domingo, 9 de diciembre de 2012
La diplomacia peruana es en este momento un ejemplo notable
TORRE TAGLE EN ACCION
Domingo, 09 de diciembre de 2012 | 4:30 am
Una semana histórica para la diplomacia peruana.
Al
margen de cuál sea el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en
el diferendo limítrofe marítimo con Chile, el cual recién se conocerá dentro de
medio año, esta semana que termina –al igual que la que empieza mañana– debiera
ser recordado como un momento notable e histórico de la diplomacia peruana en
el escenario internacional y en el frente local.
Sobre el
primero, el escenario internacional, existe amplio consenso en el país acerca
de la contundencia de los argumentos expuestos por el equipo jurídico que
representa al Perú en el diferendo limítrofe con Chile que se dilucida en dicha
corte.
No se
debe caer en optimismo exagerado, pero, sin dejar de reconocer el efecto de la
cercanía –en todo sentido– de este columnista con el argumento peruano, la
verdad es que el alegato chileno no pudo responder la pregunta crucial que
plantea la demanda peruana: ¿dónde y cuándo se firmó el tratado de límites
marítimos entre ambas naciones?
Los
magistrados de La Haya son los que tomarán una decisión final en esta
controversia, pero no hay duda de que la exposición peruana en esa corte fue
brillante.
Este
hecho ha tenido un obvio efecto en el plano nacional, en donde casi no existen
críticas a la estrategia seguida por Torre Tagle en la gestación, planificación
y ejecución de nuestro planteamiento jurídico.
Esto es consecuencia de la confluencia de un
conjunto de factores que, en esencia, han permitido constituir una real
política de Estado, algo que no es frecuente en el Perú.
Es un
esfuerzo que empezó en 1986, precisamente cuando Allan Wagner –hoy nuestro
agente en la Corte de La Haya– era canciller y le encargó al embajador Juan
Miguel Bákula plasmar la naturaleza del problema en una memoria.
El
camino para llegar a la corte internacional –donde hoy estamos– responde al
esfuerzo desarrollado durante tres gobiernos –los de Alejandro Toledo, Alan
García y Ollanta Humala– que estuvo articulado por una cancillería que logró
blindar el trabajo frente al vaivén político, y ejecutado con visión de largo plazo.
El
resultado lo estamos viendo hoy en una posición consistente, con la
participación de ex cancilleres de esos tres gobiernos, como Wagner, José
Antonio García Belaunde o Manuel Rodríguez Cuadros, y que ha sido posible
preservar y unificar gracias al valioso liderazgo actual de Rafael Roncagliolo.
La
diplomacia peruana es en este momento un ejemplo notable de lo que, bien
analizado, debiera ser utilizado como modelo institucional para mejorar la
acción en muchas áreas del sector público con el fin de tener más políticas de
Estado que realmente se plasmen en logros valiosos que produzcan orgullo en la
ciudadanía.
Augusto Alvarez Rodrich
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