miércoles, 26 de diciembre de 2012
ANIVERSARIO CREACION POLITICA DE MADRE DE DIOS
Cien años de Madre de Dios
Miercoles,
26 de diciembre de 2012 | 4:30 am
En diciembre de 1912, el gobierno de
Guillermo Billingurst elevó Madre de Dios a la categoría de departamento. En
ese momento, estaban llegando a su fin treinta años de auge del ciclo del
caucho.
Las gomas habían transformado la selva,
generando su violenta incorporación a la heredad patria. Hasta entonces, Madre
de Dios era habitada por grupos étnicos amazónicos y el estado no se había
hecho presente. Pero, al inventarse la vulcanización del caucho, empezó el
ciclo gomero, inicialmente en Brasil y al llegar al Perú, primero alcanzó a
Loreto y llegó tarde a Madre de Dios.
El mismo río era mal conocido y
circulaban noticias vagas sobre su curso. El famoso Carlos Fermín Fitzcarraldo
realizó un descubrimiento clave, que permitió recorrer la hoya del río Madre de
Dios. Los caucheros llegaron con él, recogiendo el jebe que se hallaba en
bosques naturales; no lo sembraban, tampoco cuidaban el árbol, dependiendo el
tipo, lo sangraban o lo derribaban para extraer el látex. Por lo tanto, no eran
sedentarios, sino nómades e iban destruyendo bosques a su paso. Eran grupos
liderados por un patrón acompañado por unos treinta peones, que se adueñaban de
un pedazo de la selva, antes de mudarse más allá, siempre peleando con los
nativos.
El principal problema era mano de
obra, no había suficientes trabajadores. Por lo tanto, recurrieron a una vieja
práctica selvática, la correría contra grupos étnicos originarios. Hombres
armados entraban a las aldeas, matando varones adultos y raptando mujeres y
niños. Las mujeres eran empleadas como esclavas sexuales y los niños eran
entrenados para luego ser incorporados como peones.
El caucho fue muy destructivo de la
ecología y de los seres humanos integrantes de las tribus amazónicas.
Además, se acabó de súbito, cuando los ingleses trasplantaron el árbol a sus
colonias de Java y Sumatra. Ahí sembraron plantaciones que eran mucho más
eficientes y el precio se vino abajo, terminando con la producción en
Sudamérica.
Luego, Madre de Dios atravesó
un largo letargo, hasta que, empezó una nueva fiebre, esta vez del oro. Desde
las montañas andinas hasta la cuenca amazónica, en la región existe abundante
oro. No está agrupado en vetas sino suelto en pepitas y corre por los ríos. Un
sistema de dragas y el uso intenso de mercurio permite recuperarlo. La
producción es inmensa, máxime cuando la crisis mundial ha disparado a las nubes
el precio del metal precioso.
Nada detiene a las dragas, ni los
operativos de las FFAA que se realizaron en el anterior gobierno ni las
sanciones a sus operadores políticos, como el célebre “comeoro”, suspendido de
su función como congresista. Al igual que en el ciclo anterior del caucho, los
perdedores son el medio ambiente y la gente. Los químicos vienen destruyendo la
selva, reemplazada por un páramo desértico. Asimismo, los jornaleros de los
lavaderos son mal pagados y trabajan sin cuidado alguno. Sólo ganan los dueños
del oro, que además fluye bastante por contrabando, burlando impuestos y
dejando poco, también para el estado. Así, en el Perú, la periferia expresa
crudamente los excesos del modelo de desarrollo.
Pero, levantándose sobre tantos
problemas, se hallan notables esfuerzos por recuperar la identidad regional.
Por ejemplo, la profesora Ángela Quispe ha publicado una historia local
bastante solvente. Asimismo, el club regional en Lima ha estado muy activo y
especialmente el comandante Carlos Schiaffino, quien ha recopilado los informes
de la Junta Fluvial, que a comienzos de siglo XX, participó dinámicamente de la
afirmación peruana en la región. Efectivamente, Schiaffino rescata a los héroes
de la primera instalación del estado, ya que durante la era del caucho la
región fue disputada con Brasil y especialmente con Bolivia.
A ese ánimo celebratorio de Madre
de Dios se ha sumado la Municipalidad de Lima, a través de la galería Pancho
Fierro, que ha inaugurado una interesante muestra fotográfica sobre tan alejado
y querido rincón de la patria.
Antonio Zapata Velasco
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