domingo, 26 de mayo de 2013
Ya los conoces
La cuestión del Ex
Como
los hombres, los pueblos también tienen sus romances, y el momento cumbre de
estos se produce el día de las elecciones. Después de ese día, como después de
una boda entusiasta con un novio al que no se le vieron bien los “peros”, las
cosas son un caer y caer. Del amor a la indiferencia, al sarcasmo, al hartazgo
y a veces al odio. Así, luego de cinco años de matrimonio, el presidente de los
amores mal avenidos se convierte en el Ex.
El
problema de nuestros Ex es que aspiran a volver a casarse sin poner mucho de su
parte. Ya los conoces, ya sabes de sus mañas y difícil que te creas el cuento
dos veces. Pero pasa que existe la remota posibilidad de que te vayas con el Ex
porque el chico nuevo del barrio pinta peor. Y de esa esperanza viven nuestros
ex presidentes.
Mientras
tanto se compran cosas que no deben, con plata que no tienen y a cuenta de Dios
sabe quién. Se bronquean a la mala y en la calle entre ellos, y con los nuevos
pretendientes que quieren entrar al cortejo. Se acusan debajo de tu ventana, te
prometen, te juran y te mienten con descaro. Parten a destinos exóticos,
regresan, se vuelven a trompear y vuelven a partir mientras el nuevo marido
trata de que el nuevo romance no termine.
¿Puede
un presidente aprender a ser un buen ex presidente? Si en las relaciones
humanas es difícil serlo, en las políticas lo es aún más. Y los nuestros han
tenido la peor de las escuelas: el exilio y la huida.
Como
en todas partes, el Ex puede ser bienvenido e incluso querido por la mayor
parte de la familia. Pero esto requiere un trabajo consciente y constante. Lo
primero, no cargarse el patrimonio familiar antes de partir para luego
exhibirlo como propio cuando bien sabe la ex mujer, los hijos y toda la ex
parentela que esas joyas son de la abuela.
Lo
segundo, comportarse a la altura de quien se ha sido. Nada de escándalos
públicos, de bienes mal habidos y peor explicados o de pugilatos verbales.
¿Podría un Ex ser venerable figura a quien se recurre de cuando en cuando, sin
amor pero con amistad, a pedir consejo y compañía? Podría, ¿no? No hay muchos,
pero hay. Y si abriga la esperanza de regresar, podría con serenidad y cierta
dignidad esperar la oportunidad para volver a seducir al pueblo que fue su gran
amor.
Y
ahí está el problema. El Ex no puede ser humilde y compungido novio por su
propia naturaleza. Ya estuvo en esa boda, con esa novia, y nadie le va a quitar
lo bailado. Se siente propietario expropiado y con derechos sobre lo perdido.
Saca del camino todo obstáculo. Ningunea y descalifica. Y lo hace a las
patadas. Y el pueblo pretendido se sienta a ver el pugilato, cada día menos
sorprendido por la exhibición de tremendos secretos de familia, que aparecen uno tras otro, para darles
trabajo a la Fiscalía, al Poder Judicial y al Congreso.
Nunca
falta la voz en la familia que ruega que el Ex desaparezca o se mude bien lejos
porque cuando merodea todos saben que habrá problemas. Lo mismo pasa con los ex
presidentes peruanos. Si no saben portarse, mejor tenerlos lejos porque acaban
presos para vergüenza pública. Y ya sabemos cómo termina esa historia. Con la
familia rogando para sacar al Ex de la cárcel.
Rosa María
Palacios
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