sábado, 23 de junio de 2012
"No, no es un buen momento"
Elogio del buen periodismo
Raúl Tola (Lima, 19 de
noviembre de 1975) es un periodista y escritor peruano. Bachiller en Derecho
por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
“Estoy decepcionado. El 11-S acabó con el buen
periodismo. Con la excusa de la seguridad nacional, la prensa estadounidense
dejó de hacer preguntas, ya no cuestiona el poder. Creía que aquello acabaría
tras los años oscuros de la administración de Bush, pero con Obama no ha
mejorado. Los periodistas de hoy siguen haciéndole el juego al gobierno, son
como funcionarios. Falta curiosidad y escepticismo en el tratamiento de Irak,
Afganistán o incluso Siria. Y el ciclo de noticias de 24 horas que impone la
red no ayuda porque los convierte en animales carroñeros. No, no es un buen
momento».
Estas frases concluyentes y cargadas de un
pesimismo inapelable le pertenecen a Gay Talese. Inventor de aquello que hoy
conocemos como «Nuevo Periodismo», y último sobreviviente de la vieja guardia
de reporteros estadounidenses −como Mailer, Wolf o Hersey−, a sus ochenta años
nadie tiene tanta autoridad para hablar de estos temas como él. Hijo de un
sastre calabrés (de allí su predilección por vestir siempre con traje, chaleco
y sombrero, como un dandy) y dueño de una prosa aventajada, en su vastísima carrera
ha compuesto algunas de las piezas periodísticas más memorables de la historia,
como «Frank Sinatra está resfriado», una crónica donde disecciona la compleja y
conflictiva personalidad del gran crooner ítalo-norteamericano, y describe las
catastróficas repercusiones que sobre la industria del espectáculo podía por
entonces tener una simple gripe suya. O como Honrarás a tu padre, el libro de
no ficción donde cuenta los secretos de una familia de la mafia neoyorquina
(los Bonanno), que inspiró numerosas películas y series de televisión, como Los
Soprano.
No es una mera coincidencia que Talese haya
hecho estas declaraciones justo por estos días, cuando se conmemora los 40 años
del inicio del escándalo Watergate. El 17 de junio de 1972 cinco hombres fueron
detenidos en la sede del Partido Demócrata en Washington, mientras intentaban
poner micrófonos de espionaje. Desde la punta de esa madeja, la noticia fue
deshilvanada por Bob Woodward y Carl Bernstein, dos periodistas de
investigación del diario Washington Post, que pusieron al descubierto los
turbios manejos del Comité de Reelección republicano, donde estaban implicados
el Departamento de Estado, el FBI, la CIA y la Casa Blanca, y que le costaron a
Richard Nixon la renuncia a la presidencia de los Estados Unidos, en agosto de
1974. Para ello contaron con la ayuda de un informante de altísimo nivel, cuya
identidad se mantuvo oculta hasta el 2005 −se trataba de Mark Felt, número dos
del FBI−, y que se hizo célebre por su seudónimo, proveniente de una película pornográfica
de culto de los años setenta: «Garganta Profunda».
¿Habría ocurrido Watergate si Woodward y
Bernstein hubiesen compartido la concepción de «patriotismo» o «seguridad
nacional» que hoy parece imperar en los medios estadounidenses, tal como denuncia
Gay Talese? ¿Debe un periodista replegarse en nombre de conceptos tan gaseosos
como éstos, o ser más bien persistente, curioso y contestatario? Al menos a mí
la respuesta me resulta bastante obvia: Como lo demostraron Woodward,
Bernstein, Talese o tantos otros, la prensa solo debe responder a su conciencia
y a sus lectores, y nunca a las «buenas intenciones» del poder.
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