PRÓXIMO CAMPEONATO RELÁMPAGO ORGANIZA ESCUELA DE CONTROL DE TIRO, MES DE JUNIO (FECHA POR CONFIRMAR)

37º ANIVERSARIO (05-03-16)

"JUNTA DIRECTIVA 79 ALFA - ACTIVIDADES 2016

"EL PERUANO DEL MILENIO"

"EL PERUANO DEL MILENIO"
"SEGUID SU EJEMPLO"

"DIA DEL CALDERISTA 2015"

XXXVI ANIVERSARIO 79 ALFA

79 ALFA INICIARÁ ACTIVIDADES 2015

B.A.P. TACNA

"DÍA DEL CALDERISTA NAVAL"

A 135 AÑOS DEL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS

8 de octubre 2014 en el Dueñas

UN SOLO NORTE LA INTEGRACIÓN

UN SOLO NORTE LA INTEGRACIÓN
8 DE OCTUBRE. CONMEMORANDO UN ANIVERSARIO MÁS DEL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS

BODAS DE CORAL 79 ALFA, MARZO 15 DEL 2014

"EL MAR DE GRAU"

"EL MAR DE GRAU"

"34º ANIVERSARIO 79 ALFA"

SABADO, 08-09-12, J.D. PLANIFICO AGENDA PERIODO 2012-2014 /// "BODAS DE CORAL" 05-03-2014

CENTENARIOS EN EL ORBE

Lunes, 5 de Marzo de 1979

Lima

"BITACORA DE LA 79 ALFA"

AGENDA CENTENARIO 79 ALFA - / Recuerda: "A la Promoción no le falles //////////////////////////ENLACES DEINTERES’http://webstats.motigo.com/sid=4787426http://www.reporterodelahistoria.com/...http://www.wikio.es/sources/promocioncentenario79alfa.blogspot.comhttp://www.universidadperu.com/SECRETOS DE LOS INCAS http://video.google.com/videoplay?docid=6048520804508116357#PORTADAS DE DIARIOS Y REVISTAS http://www.adonde.com/noticias-peru/diarios-lima.php..PORTAL DE LA MUSICA PERUANA http://eruizf.com/musica/canciones_de_felipe_pinglo.html GUERRA DEL PACIFICOhttp://gdp1879.blogspot.com/ RADIOS ON LINE SUDAMERICA http://www.raddios.com/buscar.php?pageNum_buscar=4&totalRows_buscar=83&pais=peru&orden=rand() II GUERRA MUNDIAL DOSSIER http://www.exordio.com/1939-1945/prologo.html http://mochiladejaime.blogspot.com/ CAMPAÑA DE LA BREÑA http://www.fotolog.com/velasquismo/16397099/ http://www.elsnorkel.com/2013/08/listas-para-el-combate-armas-submarinas.htmlCèsar Abraham Vallejo Mendoza.Santiago de Chuco, Perú, 16 de marzo de 1892 - París, Francia, 15 de abril de 1938. "YA VA A VENIR EL DIA ....... PONTE EL ALMA

miércoles, 30 de mayo de 2012

Grumete Alberto Medina Cecilia (1862-1948)


Augusto Leguía con sobrevivientes del Huáscar
Ø  El segundo personaje de la izquierda es Alberto Medina Cecilia, 'el Grumete Medina', último de los héroes de Angamos en desaparecer. Durante muchos años los compañeros sobrevivientes de Grau participaron en los desfiles conmemorativos del 2 de Mayo y del 8 de Octubre, luciendo con orgullo sus antiguos uniformes del tiempo de la Guerra del Pacífico y sus condecoraciones, siendo siempre aclamados por todos. Medina falleció en 1948, a los 86 años de edad.
________________________________________________________________
   
El grumete Medina, ya veterano, participaba de los homenajes a los héroes de la guerra con Chile. Murió en 1948, a los 86 años. Sus biznietas Elba y Nancy Rojas Medina crecieron oyendo las leyendas del héroe.

Fue el último sobreviviente del monitor Huáscar, pero pocos libros de Historia lo citan. No está al nivel de los grandes héroes, pero en el Callao siempre lo fue. Alberto Medina Cecilia, o simplemente grumete Medina, murió hace 58 años, pero apenas se tienen recuerdos suyos.
"El grumete era miembro del Batallón Constitución, formado solo por negros, que acompañaron a Grau.
Ø  El grumete Alberto Medina, en una 
de las reuniones de los sobrevivientes 
del Huáscar. Es el quinto, de izquierda 
a derecha y aparece, como siempre, 
sosteniendo el Pabellón de los 
Sobrevivientes del Monitor de Grau. 
Delante de Medina, sentado, 
aparece Rafael Grau, hijo 
del Caballero de los Mares.
Poco antes de morir, el héroe fue reconocido como "Caballero de la Orden de Ayacucho".
El contralmirante Melitón Carvajal Pareja, nieto de otro héroe del Huáscar y presidente del Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, refiere que, en vida, el grumete recibió buen trato de la Marina y, al morir, recibió homenajes como héroe.
Finalmente, la Marina de Guerra reconoció a Medina y lo incorporó como miembro honorario del Centro Naval. 















sábado, 26 de mayo de 2012

Lima, 15 de Julio de 1890


Pompas Fúnebres de los Héroes de la Guerra del Pacífico (Parte I)
Cuando el Perú lloró a sus combatientes…
Por: Lita Velasco Asenjo

Dolor, emoción, frustración… Sentimientos que acompañaron a la  comitiva que marchó el 15 de julio de 1890 para inhumar, en el Cementerio General de Lima, los restos de héroes que se inmolaron en Angamos, Arica, Iquique, Alto de la Alianza, Tacna y Huamachuco,  en defensa de nuestro suelo patrio.
Revisar las crónicas de esa época conmueve, nos hace sentir más peruanos. Es admirar la valentía de personajes que dieron su vida para dejarle a la posteridad una lección de entrega, honor y sacrificio.

“Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz;
pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba,
en la guerra son los padres quienes llevan a sus hijos”

                                                                                Herodoto

Había trascurrido diez años desde el traslado a Lima de los restos del coronel Francisco Bolognesi, Comandante Moore y el Teniente Coronel Ramón Zavala. El diario “La Opinión Nacional” del 6 de julio de 1880 daba cuenta, entonces,  del gran recibimiento que les tributó el pueblo peruano, en el puerto del Callao, a donde llegaron a bordo de “La Limeña”. Ese día y al siguiente que fueron los homenajes e inhumación en el Cementerio General (Presbítero Maestro), la ciudad se tornó gris, acompañada de una fina garúa, caída desde la medianoche.
El periódico “La Patria”, en primera plana, describía el panorama de Lima como algo sorprendente. Las calles –dice-  lucían húmedas y colmadas de gente que iba y venía de la Estación de Desamparados para acompañar a los caídos en Arica. En señal de duelo, los establecimientos y oficinas del estado cerraron, enarbolando la bandera a media asta. El dolor de los transeúntes estaba cargado de plegarias y frases que alentaban a los que aún seguían peleando en defensa del suelo patrio.
Las campanas de las iglesias tañeron, las sirenas de los bomberos se dejaron escuchar, las salvas de cañonazos, anunciaban el paso de estos grandes hombres, acompañados por una comitiva que llenaba cuadras de cuadras, en un hecho sin precedentes. Dolor, dolor, tras dolor.
Esto había ocurrido hacía diez años y el pueblo peruano una vez más reviviría ese dolor al recibir los restos amados de hijos, padres, hermanos… que habían sucumbido en distintos frentes de batalla ante las huestes chilenas. La diferencia en esta ocasión era que algunos de estos cuerpos estaban en poder del país del sur, por lo que tenerlos nuevamente en casa, atenuaba en algo las penas.
Gracias a un proyecto de ley, presentado al Congreso por Pablo Seminario el 7 de octubre de 1889, se solicitaba al gobierno se diera una ley para solicitar los restos de Miguel Grau y la construcción de un mausoleo para albergar a los héroes de la Guerra del Pacífico.
El pedido fue respaldado por el diario El Comercio y por otros diputados piuranos. Entre ellos: Genaro Helguero, Felix Manzanares, Nicanor Rodríguez, José Lama, Augusto Vegas. Por los senadores Montero, gran amigo de Grau, Fernando Seminario y Francisco Eguiguren,  logrando el respaldo del entonces presidente de la República Andrés A. Cáceres, quien –el 03 de junio de 1890- da un Decreto Supremo que disponía el traslado de los restos de quienes dieron su vida por la Patria y sucumbieron en Angamos, Arica, Alto de la Alianza, Tacna y  Huamachuco.
HONORES EN CHILE
Para efectos del traslado de restos de Miguel Grau, que se encontraban en el Cementerio General de Santiago, en el mausoleo del General don Benjamín Viel, se nombró una comisión para tratar el asunto, presidida por el Capitán de Navío Melitón Carvajal (sobreviviente del Huáscar) e integrada por el Capitán de Fragata Pedro Gárezon, comandante del monitor y el Coronel Manuel C. de la Torre, combatiente del Morro de Arica.
Las gestiones ante el gobierno chileno se realizaron en buenos términos y se fijó la fecha de repatriación de restos, tanto del Héroe de Angamos como de otros valientes combatientes que se encontraban en el Cementerio General de la División,  para el viernes 27 de junio.
El presidente chileno de entonces, José Manuel Balmaceda Fernández, dispuso se les tributase honores militares y que el crucero “Esmeralda” escoltase con un nutrida comisión a bordo a la cañonera “Lima”, hasta el Callao. Los integrantes eran el Obispo de Serena don Florencio de Fontecilla, el Capitán de Navío Constantino Brannen, el Auditor de Marina  Manuel Díaz, el Coronel Ricardo Castro, el Presbítero Javier Valdés Carrera y el Cirujano Florencio Middleton.
Diarios chilenos le dedicaron a Grau páginas enteras resaltando sus virtudes de caballerosidad y generosidad. Delegaciones de embajadas, autoridades del gobierno, regimientos de artillería y caballería, bandas de músicos, amigos y público en general acompañaron al cortejo fúnebre a la estación del tren que iría hasta Valparaíso. Junto a ellos marchaba el Ministro Plenipotenciado del Perú en Chile, Carlos Elías, amigo íntimo de Grau, quien tuvo un papel trascendente en torno a la repatriación.
TRAS OTROS HEROES
La cañonera “Lima” partió de Valparaíso el 28 de junio, a las 4.30 de la tarde. Durante su retorno al Perú fue recogiendo a otros caídos en combate. Pasa por Antofagasta y recoge a soldados no identificados; Mejillones, dónde acoge los restos de Elías Aguirre, José Melitón Rodríguez y Diego Ferré.  En Iquique, los restos de los comandantes Espinar y Sepúlveda; mayores Perla y Figueroa, capitanes Fernández, Rivera y Olivencia; tenientes Velarde, Cáceres y Marquezado; corneta Mamani; sargento Carrillo, soldado Condori y dos oficiales no identificados. En Arica recibe parte del cuerpo del Coronel Alfonso Ugarte, del Subteniente Andrés Ugarte, del Teniente Andrés Medina, del Cabo Alfredo Maldonado, de maquinista Aníbal Alayza.
En tanto,  en la embarcación “Santa Rosa” se dirigían también a Lima  los restos de los héroes trasladados de Huamachucho,  General Pedro Silva, Capitán de Navío Luis Germán Astete, de los Coroneles Leoncio Prado y Emilio Luna y del Mayor Santiago Zavala.
Los restos de estos ilustres personajes y los que iban en la cañonera “Lima”, llegan al Callao el domingo 13 de junio. Fueron recibidos por el presidente Cáceres, ministros, altos funcionarios, oficiales del Ejército, de la Marina,  así como por una conmovida multitud que abarrotaba el puerto y se apiñaba para ver el descenso de los héroes.
Encabezada la comitiva de desembarque Miguel Grau, que iba en una urna, cargada por los cadetes de la Escuela Naval. Le seguían los ataúdes del resto de héroes, llevados en hombros por delegaciones organizadas para tal fin. Fueron depositados en la capilla ardiente alzada en la iglesia Matriz del Callao, donde se les rindieron los honores con gran pompa. Cientos de miles de personas, llegadas de todas partes del país, invadieron las calles aledañas y se turnaban para ingresar a venerar y  llorar la partida de sus seres queridos.

lunes, 21 de mayo de 2012

...........HABIA EMPEZADO LA GUERRA CIVIL 1891 - CHILE

John North, el Rey del Salitre
Chile y su fatal corolario de la Guerra del Salitre
Cuando la declaración de ir a la guerra con el Perú había sido tomada por el gobierno de Chile, esto es el cinco de abril de 1879, [1] trabajaba ya en las pampas del caliche en Tarapacá un aventurero inglés llegado a esas costas peruanas por el año de 1870. Más tarde el modesto personaje habría de cosechar fama y fortuna sobre la base de la miseria y el despojo de los propietarios y trabajadores peruanos. Por entonces era inminente e inevitable la guerra.
Jhon Thomas North
Ayudado por un salitrero peruano en el conocimiento, extracción y explotación del salitre, John Thomas North se habituó pronto con el duro clima cuanto con los detalles del mineral, sustancia cuya riqueza, sustituto de otra, el guano, trocaría muy pronto protagonista de una dramática historia con el fondo trágico de tres naciones en desigual lucha.
Rotas las hostilidades y muerto ya Miguel Grau y los heroicos comandantes del Huáscar, se había de producir el desembarco en las mal guarnecidas, escasamente defendidas y peor avitualladas costas peruanas. Esto fue en Pisagua [2]. Después del bombardeo y posterior descalabro aliado en San Francisco, que dio lugar a la ocupación de la rica provincia litoral de Tarapacá, el jefe de las fuerzas expedicionarias Patricio Lynch [3] tuvo contacto y se percató de la presencia de este inglés con el que conversó y buscó sacar partido. El servicial North, recibió entonces la comisión para equipamiento y suministro de los transportes de guerra, tarea por la que recibió en pago 40,000 quintales de guano peruano, que colocados a buen precio hubieron de reportarle la base de una inesperada y considerable fortuna inicial.
El sorpresivo y adverso resultado de la batalla de San Francisco [4], la inmediata victoria de Tarapacá -inútil en cuanto a la detención de la invasión chilena- y la fijación de la débil línea de defensa de Arica llevó consigo la quiebra del valor de los bonos salitreros de Tarapacá, la mayoría de ellos en poder de peruanos, y, en general, de todos los tenedores de aquellos títulos. El momento se mostraba especulativo. North con la ayuda de su paisano Jeffrey Harvey, convertido ahora en banquero y usando los dineros de influyentes financistas chilenos de Valparaíso, a quienes convenció para el préstamo inicial con el afianzamiento de un consorcio peruano ante los tenedores de bonos en Inglaterra, adquirió, a precio de regalo, los bonos de los salitreros peruanos quienes presionados por el codicioso inglés hubieron de ceder sin remedio.
Don  José Manuel Balmaceda Fernández
Presidente Chile 1891
Entonces North negociando ventajosamente con aquellos individuos en trámite de ruina, se transformó, muy pronto, en el tenedor exclusivo de los derechos salitreros y con ello adquirió el manejo total de la lucrativa industria. Una vez que el gobierno chileno hubo dispuesto la entrega de las oficinas salitreras a los tenedores de los respectivos títulos, la riqueza de la provincia ya no regresaría a otras manos que las del afortunado North. Tampoco Chile habría de gozarla.
Para dar valor soberano al patrimonio, protegerlo y dotarle de potenciales efectos, el flamante financista viajó a Inglaterra y en Londres formó una docena de compañías, subsidiarias unas de otras, con un capital declarado, en 1890, de doce millones de libras esterlinas. Aquellas empresas controlaron la fuerza eléctrica, los comestibles, el aprovisionamiento, los repuestos, los transportes marítimos, los seguros, las agencias de embarque, las faenas portuarias, el agua potable, los ferrocarriles de la pampa, el carbón, los textiles. Con estas empresas no sólo dominó la industria salitrera sino todo Antofagasta y su vecina Tarapacá. En 1888, estas compañías dirigidas por North crearon el Banco de Londres y Tarapacá, independizando el salitre de la tutela bursátil y económica, que aunque disminuida, ejercían los bancos de Valparaíso.
La central del Banco estaba en Inglaterra, su principal agencia en Chile quedó instalada en Iquique. El gerente general de esa entidad en el nortino puerto, capital de Tarapacá había de ser el señor Dawson, quien en la práctica pasó a ser una especie de embajador plenipotenciario de North ante el gobierno chileno [5].
Así, la Compañía de Nitratos de Liverpool, otra de las empresas de North, en momento que los abonos nitrogenados alcanzaban una considerable demanda de una Europa empobrecida por siglos de explotación de sus tierras, de las cuales Alemania y Francia encabezaban la lista, empezó un inusitado auge. Agréguese a esto el importante insumo que representa el salitre en la fabricación de la pólvora, tan demandada en todos los tiempos.
Junta revolucionaria en Iquique,
presidida por Jorge Montt, 1891
El otrora modestísimo aventurero inglés, arribado alguna vez a las costas de Tarapacá con algo más de 10 libras esterlinas en el bolsillo, inauguraba ahora un imperio personal a cuya cabeza habría de ubicarse por mucho tiempo. Encumbrado desde su modesto oficio de mecánico en Antofagasta hasta el del más opulento del mundo occidental, el Rey del Salitre, como gustaba llamarlo la prensa británica, o el coronel North, como le gustaba a él, convirtió los ricos territorios de Antofagasta y Taltal en un estado dentro de otro estado. Al norte del paralelo 27 era el amo.
Resulta importante entonces dar a conocer, con mayor detalle que el expuesto hasta aquí, los acontecimientos preliminares que finalmente resultaron favorables para este paradigma de especulación:
La consecuente ocupación de Tarapacá y Antofagasta produjo la explotación del salitre por cuenta de Chile; el invasor cobra los derechos de exportación de todas las oficinas chilenas y extranjeras, pues había intereses ingleses entre ellas y hace trabajar las de los peruanos mediante concesiones. Estos en su mayoría empresas inglesas radicadas en Valparaíso. Para los peruanos el procedimiento les resultó fatal, especialmente a quienes bajo el peso de los acontecimientos, optaron por vender sus derechos en la bolsa internacional tuvieron que hacerlo a precios miserables. Chile no mostró interés en la adquisición del rico patrimonio por carecer de una política hacendaria sagaz y de esta forma hacerse para el Estado de todo el crédito peruano. Fuera de las ofertas directas de los peruanos en ruina hecha a industriales ingleses, el resto de acciones quedó entregado a la bolsa de Londres.

En esta situación, desde 1882, John Thomas North asociado con Jeffrey Harvey, con la garantía del Banco de Valparaíso adquirió las acciones peruanas en Londres. Para 1886, North poseía el 40 % de los títulos peruanos puestos a la venta y todas las salitreras que como resultado de su examen probaron un adecuado rendimiento. Compró luego todos los aportes iniciales incluyendo los de su socio Harvey constituyéndose desde entonces en el árbitro salitrero del más alto rango.
Sin embrago, este abrumador auge monopólico, durante la administración gubernamental de un influyente político de la burguesía chilena, se habría de tornar escamoso para North.
Don José Manuel Balmaceda Fernández, miembro de la poderosa clase aristocrática, que aunque liberal en sus propósitos, seguía con molestia y ostensible desagrado el destino y suerte del magnate del Norte, para quien la compañía del nitrato y sus múltiples negocios afines afectaban, además del lucro, un poder creciente sobre los hombres de gobierno al igual que sobre sus numerosos peones y empleados.
Desde la más simple gestión administrativa hasta el nombramiento o reemplazo de funcionarios propios o del gobierno en el Norte, requería de la inexcusable venia del acaudalado, representado por Dawson.
Se glosan los elocuentes créditos que sobre estos extremos ha escrito don Mario Barros van Buren, del servicio diplomático de Chile, en su libro Historia Diplomática de Chile[6]:

"Para mover un empleado público, para empedrar una calle, para decir un discurso, para dictar un reglamento de aduanas, había que consultarle. Los grandes magnates chilenos lo elevaron a su nivel sin la menor dificultad. North se siguió encumbrando por encima de esa aristocracia monetizada que tan humillada se le ofrecía. Su abogado en Santiago, don Julio Zagers, se convirtió en el árbitro de la política chilena. De su "carta blanca" salían los fondos para de las elecciones, las coimas para los empleados difíciles, los regalos para los incorruptibles, los grandes bailes para la sociedad. Las listas de diputados y senadores solían pasar por sus manos, porque los partidarios requerían el "consejo y la colaboración" del gran hombre de la City. Los documentos han echado luz sobre la enorme corrupción que North sembró sobre una clase social que, cegada por el oro, torció una de las tradiciones más nobles de la historia chilena: Su austeridad. Si bien la profecía de don Manuel Montt de que el salitre pudriría las riquezas morales del pueblo chileno no se cumplió en toda su extensión, podemos decir que engendró a una capa social sobre la que descansaba, precisamente, la estabilidad institucional de un régimen y una tradición de mando."
Chile, por lo expuesto, no ejercía soberanía efectiva en el norte calichero por ser predio ajeno o considerarlo así su omnímodo dueño. Allí la voluntad de North era la única valedera.
Impuesto Balmaceda de esta realidad, decidió revertir de alguna forma esta vergonzosa situación, pues estaban sometidas a prueba la soberanía y dignidad nacionales. No resultaba ajeno a su verdadero espíritu que era tiempo de rescatar para Chile el goce total de la riqueza conquistada al Perú y a Bolivia, no con poco esfuerzo y sangre, por vía de la guerra.
Pese a que no inspiraba en el estadista la idea de la nacionalización, por ser un económico liberal, trató de promover un trato igualitario al capital chileno con el inglés para la explotación de la riqueza salitrera del desierto nortino, pero esta política en sus inicios era reducida y sin mayor importancia. De alguna forma a Balmaceda, que había sido ministro de Santa María, también le alcanzaba alguna responsabilidad.
Se redujo entonces su política salitrera a la explotación de los yacimientos no denunciados, la mejora del rendimiento de las empresas lentas o con rendimiento antieconómico. Subió moderadamente los impuestos de exportación para aplicarlos en obras públicas. Es decir, una tímida reacción inicial frente al poderío del británico. Empero, en abril de 1887, dictó un decreto que ponía fin a los certificados salitreros en venta en Londres revindicándolos para el gobierno. Compró bonos salitreros en poder de tenedores europeos por un valor de 1,114,000 libras esterlinas, esto es, 65% del valor nominal de estos derechos con empréstitos que le fueran aprobados por el Congreso. Para 1890, Balmaceda había rescatado para Chile 71; 60 oficinas salitreras que el gobierno peruano había declarado en abandono y todos los yacimientos potenciales de denuncio, descubiertos pero no explotados.
Balmaceda corregía así, junto a su error, el de la política suicida del gobierno de Santa María [7] en estos importantes extremos. Pasó entonces a una clara y activa cruzada. Aunque, el conjunto de patrimonio salitrero rescatado no podía competir con las 21 oficinas de North y su abrumadora maquinaria industrial y económica, si permitía ensayar un trato de igual a igual con el potentado.
Enterado el poderoso minero, en su palacio de los suburbios de Londres, de la campaña abierta por Balmaceda para recuperar el salitre, decidió formalmente que era tiempo de dar la batalla; fletó un lujoso navío de pasajeros, invitó a los más conspicuos periodistas de Europa, y después de veinte años de ausencia de las costas sudamericanas emprendió el largo recorrido de retorno a la fuente de su riqueza original. El despliegue de la propaganda fue de la magnitud que sólo él era capaz de proporcionarse.
Ingresó al Pacífico desde Punta Arenas [8], lejano y pequeño apostadero sobre el Estrecho de Magallanes, donde permaneció algunos días, continuó luego el viaje y pasó de largo Valparaíso, finalmente se presentó en Iquique, allí fue recibido por sus entusiastas trabajadores y las obsecuentes autoridades chilenas, que veían en él, nada más ni nada menos, que al patrón que retorna a su hacienda.
Los gastos por las fiestas que siguieron al acontecimiento corrieron de cuenta de la compañía del nitrato. Es decir, se dispuso que en tanto North permaneciera en Chile todos los gastos de los trabajadores de las oficinas salitreras serían de cuenta de la empresa.
Finalmente, el inglés decidió negociar directamente con Balmaceda en términos pacíficos. Tomando la iniciativa y pensando de anticipado en el éxito de sus planes, pues había embarcado en las bodegas de la nave que lo condujo una fina pareja de caballos de raza árabe y en la bahía de Iquique había hecho descender buzos para rescatar el mascarón de proa de la corbeta Esmeralda, hundida al espolón por el Huáscar el 21 de mayo de 1879, dispuso remozar la pieza, de gran significación para Chile por cuanto representaba la valiente inmolación del capitán Prat; mandó darle un baño con plata de Calama y con estos preciados símbolos de la opulencia y la dignidad nacional dio al ancla en Valparaíso a donde llegó después de un mes de su arribo al continente.
La entrevista de Rey del Salitre con el presidente de Chile fue como era de esperarse, fría y estrictamente protocolar, habida cuenta del temperamento del mandatario chileno y la soberbia del minero inglés. Balmaceda agradeció los obsequios, dispuso de inmediato que los caballos, finísima muestra equina de raza siríaca, se encargaran al zoológico de Santiago, entonces la Quinta Normal, y el rutilante mascarón de la Esmeralda fuera conservado por el Museo Militar. El mandatario chileno con esta resuelta actitud confirmaba su firme propósito de rescatar para Chile la riqueza del salitre. Avisado por este y otros gestos del fracaso de sus propósitos, el inglés dejó el palacio de La Moneda y abandonó las costas chilenas para no regresar jamás.
Poco tiempo después de la partida de North la armada nacional, surta en Valparaíso, se rebeló contra Balmaceda; levó anclas y se hizo a la mar llevando a su bordo a los protagonistas de la insurrección; fondeó en Iquique donde Jorge Montt, cabeza de la revolución, quedó investido de la jefatura de la Junta del Gobierno Revolucionario en campaña, con sede en el antiguo puerto peruano. En respuesta Balmaceda ordenó que los cuerpos leales del ejército marchasen contra los rebeldes.
Había empezado la guerra civil de 1891. El parlamento contra el ejecutivo. Una guerra que habría de resultar más cruenta que su precedente del Pacífico; miles de chilenos perdieron la vida y los daños materiales fueron considerables [9]. Con las batallas de Concón y Placilla [10] terminaron las acciones que pusieron en derrota a las castigadas tropas leales al gobierno. (Ver)
Balmaceda, abandonado a su suerte, depuso el mando en el veterano general Manuel Baquedano González y se asiló en la delegación de la Argentina en Santiago donde después de redactar un histórico testamento, se disparó un tiro el día aniversario de su patria, 18 de septiembre de 1892, fecha que también concluía su mandato constitucional [11].
Reaccionando a la política reinvidicatoria de la soberanía nacional de Balmaceda, la Junta revolucionaria de Iquique, formada por Enrique Maciver, Francisco Puelma, el omnipotente abogado de North Julio Zegers e Isidoro Errázuriz a su cabeza, vendieron muchas de las salitreras que su acción revolucionaria había colocado al alcance de sus manos.
Posteriormente el gobierno de don Jorge Montt, "mal inspirado" en el librecambismo y un Congreso dominado por la alta banca, terminaron la liquidación, dando al traste los esfuerzos de Balmaceda. Al concluir el siglo el desierto de Tarapacá y Antofagasta era chileno en su bandera, sus hijos y empleados públicos endeudados a North, pero ni un gramo de su riqueza pertenecía a su país, que, para ganar su soberanía había entregado la sangre de 20,000 soldados [12]"
North, en su palacio de Londres, recibió con serena satisfacción la noticia de la muerte de su rival a quien habría de sobrevivirlo hasta 1896 y también a sus enclaves en el lejano desierto del Tamarugal y Antofagasta [13]. Había nacido en Yorkshire, Inglaterra, el 30 de enero de 1842.
Una nota especial sobre la vida de este hábil especulador podría significar la bella reja colonial retirada de la Catedral de Lima por las tropas de ocupación, entre otros bienes que fueron presa y botín, y con excepcional buen gusto la hizo colocar a la entrada de los terrenos de su mansión en la campiña de Londres, en Avery Hill, Eltham, Kent, cerca a Londres; dos enormes puertas, donde hasta la fecha, salvo versión en contrario, se las puede ver.


£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€£€


Imágenes de la Guerra Civil en Chile 1891















jueves, 17 de mayo de 2012

"LA PATAGONIA, ¿ 750,000 - 1`000,000 ? Km2 CEDIDOS"


LOS TERRITORIOS QUE PERDIÓ CHILE EN LA GUERRA DEL PACÍFICO
Rolando Rojas

Las relaciones políticas entre el Perú y Chile en la etapa republicana se iniciaron bajo el signo de la unificación que suponía un frente patriota contra el poder español. El Ejército Libertador de San Martín estaba conformado por “porteños” y chilenos, y recibió financiamiento del gobierno chileno. En los años de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), Chile se opuso a esta alianza política y envió dos expediciones militares para destruir la unificación de Perú y Bolivia. Los chilenos entraron a Lima, pero luego de la batalla de Yungay y de provocar el derrocamiento de Santa Cruz se retiraron del Perú. En 1866, el Perú y Chile se unificaron nuevamente para defenderse de la agresión de la armada española. Ambas naciones establecieron una alianza y hubo colaboración mutua para defender los puertos de Valparaíso y el Callao.
 
Chile perdió más territorio del que ganó a Perú y Bolivia al “ceder” la Patagonia a la Argentina por el tratado de límites de 1881.
Luego sobrevino la Guerra del Pacífico (1879-1883), que volvió a enfrentar a Chile contra Perú y Bolivia. Sobre esta guerra, la historiografía tradicional chilena cuenta que la victoria sobre Perú y Bolivia tuvo como resultado la expansión territorial y la hegemonía sobre el Pacífico. Es la imagen más común que circula hasta hoy en los medios de comunicación chilenos e incluso entre peruanos y bolivianos. En este artículo queremos revisar esta versión de la historia de la Guerra del Pacífico a partir de algunos historiadores chilenos que proponen una lectura alternativa: Chile perdió más territorio del que ganó a Perú y Bolivia al “ceder” la Patagonia a la Argentina por el tratado de límites de 1881.

La historia empieza en 1843. Ese año el presidente de Chile, Manuel Bulnes, envió una misión militar que construyó un fuerte en las proximidades del estrecho de Magallanes. Este era el primer paso del gobierno chileno para ejercer su soberanía efectiva y colonizar la Patagonia. Cerca del fuerte se estableció una colonia chilena que se dedicó al comercio con los indios tehuelches, la crianza de ovejas, la explotación de carbón mineral y la caza de lobos de mar. Después de cuatro años de silencio, en 1847, el gobierno ar-gentino de Juan Manuel Rosas reclamó por la instalación del fuerte e invocó derechos sobre la Patagonia. Según Isidoro Vásquez de Acuña, autor de la Breve historia del territorio de Chile (1991), Chile solicitó que ambos países presentaran títulos de dominio sobre la zona en cuestión, pero Argentina difirió esta confrontación porque no contaba con respaldo documental. En realidad, la controversia por la Patagonia recién empezaba.
 
En 1856, Chile firmó con Argentina un Tratado de paz, amistad, comercio y navegación, el cual significó un avance de los intereses chilenos. En el artículo 33 de este tratado se estableció que ambas partes reconocían como “límites de sus respectivos territorios, los que poseían como tales en tiempo de separarse de la dominación española el año 1810”. Asimismo, se señaló que en caso de controversia las partes debían evitar actos violentos y recurrir al arbitraje de una nación amiga. Era casi una victoria chilena, pues el gobierno contaba con cédulas reales, mapas y otros documentos coloniales que avalaban que la Patagonia estaba bajo la jurisdicción de la Capitanía General de Chile en 1810.
 
Sin embargo, la Argentina nunca abandonó sus pretensiones por la Patagonia, y a partir de 1859 inició un proceso de penetración y colonización creando fuertes militares y pequeñas colonias para ejercer control efectivo de ese territorio. Dos elementos jugaban a favor de Argentina: su fácil acceso a la Patagonia (los chilenos debían atravesar los Andes o viajar por mar para llegar a ella) y la presión demográfica que, como consecuencia de la política inmigratoria, facilitaba una estrategia de colonización de la Pata-gonia. Por su parte, Chile tuvo una política errática y la población que se expandió desde el fuerte Bulnes (trasladado y refundado luego como Punta Arenas) llegó solo hasta las riberas del río Santa Cruz. La Patagonia era percibida como un territorio desértico y, por su desconocimiento, pobre en recursos naturales.
 
En las décadas de 1860 y 1870, ambos países trataron de llegar a acuerdos limítrofes sobre la Patagonia, pero al parecer la política argentina consistía en evitar el arbitraje consignado por el Tratado de 1856 y colonizar la Patagonia para dirimir sobre hechos consumados. A esto se sumaron los vientos de guerra entre Bolivia y Chile que llevaron a la “alianza secreta” entre Bolivia y Perú. La Argentina fue invitada a adherirse a la alianza y la Cámara de Diputados aprobó el tratado, pero no se llegó a aprobar en la de senadores. Este amago de adhesión será a la larga el principal instrumento para presionar al gobierno chileno por concesiones territoriales.
 
En 1878, cuando la guerra entre Chile y Bolivia ya era inminente, un incidente casi provoca la guerra entre Argentina y Chile. Aunque la armada chilena era ampliamente superior a la argentina, el conflicto se frenó porque el interés de las elites estaba puesto en los ricos yacimientos de salitre en Atacama. No obstante, cuando se declaró la guerra y en abril de 1879 las fuerzas militares chilenas se movilizaban hacia Bolivia, el ejército argentino dirigido por el general Julio A. Roca llevó a cabo la “campaña del desierto” ocupando la Patagonia. A este acto le siguió la presión diplomática que concluiría en el Tratado de límites de 1881.
 
Las elites chilenas lograron convertir sus intereses particulares en interés nacional. Si estas elites chilenas habrían tenido intereses económicos en la Patagonia, lo más probable es que nunca hubiesen cedido tan extenso territorio. [...] lo que prevaleció no fue la visión de futuro de las elites chilenas, sino sus fines de corto plazo.  
La presión diplomática argentina consistía en amenazar a Chile con ingresar a la guerra a favor de Bolivia y Perú. En abril de 1879, el representante peruano en Buenos Aires, Víctor de la Torre, mantenía conversaciones con el gobierno argentino para que le vendiera armas al Perú (e incluso acerca de su posible ingreso a la guerra). Sin embargo, señala Ezequiel González Madariaga (Nuestras relaciones con Argentina. Una historia deprimente, 1970), Argentina informaba a Chile de las tratativas peruano-argentinas para presionar sobre el diferendo en torno a la Patagonia. Así lo afirmaba De la Torre en una carta dirigida al ministro de Relaciones Exteriores, José de la Riva-Agüero, con fecha de 26 de abril: “Es indudable, señor Ministro, que la exigencia de notas para la adhesión y para resolver algo sobre el comercio de armas, tiene por objeto amenazar con ellas al Plenipotenciario de Chile, a fin de hacerle ceder de sus pretensiones”.

El resultado de esta presión fue la firma del Tratado de límites (23 de julio de 1881), gracias al cual Chile “cedió” la Patagonia, parte de la Tierra del Fuego y parte del estrecho de Magallanes (ver mapa 1). Según Ezequiel González Madariaga, el territorio ce-dido significó más de 750 mil kilómetros cuadrados. Isidoro Vásquez de Acuña habla de más de un millón de kilómetros cuadrados. ¿Por qué aceptó Chile entregar la Patagonia? Básicamente porque el interés principal de las elites de ese momento estaba en las salitreras de Antofagasta y Tarapacá. El historiador chileno Luis Ortega, autor de “En torno a los orígenes de la guerra del Pacífico” (2006), señala la influencia de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, de capitales británicos y chilenos, sobre el gobierno de Chile. Anota Ortega que varios de sus accionistas tenían altos cargos políticos: Miguel Saldías (diputado), Alejandro Fierro (ministro de Relaciones Exteriores), Alejandro Puelma (diputado y hombre de confianza del presidente Aníbal Pinto), Antonio Varas (diputado y ministro del Interior), Julio Zegers (ministro de Hacienda), Rafael Sotomayor (ministro de Guerra), Jorge Heneeus (ministro de Justicia). Pero el más destacado fue el diputado Domingo Santa María, nombrado ministro de Relaciones en re-emplazo de Fierro y luego elegido presidente de Chile en las elecciones de 1881
.
 
Mapa 1. Chile pierde territorio de la Patagonia frente a Argentina. Tratado de límites de 1881

Fuente: González Carrera, Benjamín. Historia cartográfica resumida de la historia de Chile. Santiago de Chile, 2001-2002. Disponible enhttp://personales.com/chile/santiago/cartograma/

Es decir, las elites chilenas lograron convertir sus intereses particulares en interés nacional. Si estas elites chilenas habrían tenido intereses económicos en la Patagonia, lo más probable es que nunca hubiesen cedido tan extenso territorio. Los pequeños propietarios que se habían instalado en la Patagonia no tenían el peso político para hacer que el Estado defendiera sus intereses. Así, lo que prevaleció no fue la visión de futuro de las elites chilenas, sino sus fines de corto plazo. Por otro lado, si el ejército chileno no habría estado concentrado en la ocupación del Perú, Chile habría podido defender o negociar con mayor ventaja un tratado de límites con Argentina. En ese sentido, el Tratado de 1881 es consecuencia y derivación de la Guerra del Pacífico. Según informó el ministro José Manuel Balmaceda en la sesión secreta de la Cámara de Diputados (octubre de 1881): “La aprobación del tratado eliminaría el peligro de una guerra con Argentina”.
 

 Ironías de la historia: el gas que extraía Argentina de la Patagonia se lo vendía a Chile. En 2005, el gobierno argentino restringió la exportación de gas a Chile, y ante lo inviable de obtenerlo de Bolivia, Chile tuvo que importarlo del Asia.
Algunos chilenos que no estaban relacionados con el poder y los intereses en el salitre sí tuvieron la claridad de ver el futuro de la Patagonia. Francisco Segundo Casanueva publicó un artículo en el diario El Independiente (16 de setiembre de 1881) en el  que señaló que el gobierno debía conservar la Patagonia y construir ferrocarriles que conectaran el país con el Atlántico. Por su parte, Benicio Alamos González fue premonitorio en un artículo publicado en El Ferrocarril (19 de octubre de 1881) cuando señaló que “si por el momento no necesitamos de ese territorio, más tarde puede ser una riqueza que sirva a la nacionalidad”.

Y, en efecto, poco tiempo después la Patagonia habría de experimentar un gran desarrollo económico gracias a la expansión de la ganadería ovina y la pesca. En el siglo XX se descubrieron yacimientos de petróleo y, en las últimas décadas, la explotación del gas. Ironías de la historia: el gas que extraía Argentina de la Patagonia se lo vendía a Chile. En 2005, el gobierno argentino restringió la exportación de gas a Chile, y ante lo inviable de obtenerlo de Bolivia, Chile tuvo que importarlo del Asia. Así, la victoria contundente que infligió Chile al Perú y Bolivia encierra la paradoja de haber perdido más territorio que los obtenidos, así como importantes recursos naturales que las elites no supieron prever.

$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$
* Historiador. Investigador del IEP.
Referencias Bibliográficas
Vásquez de Acuña, Isidoro. Breve historia del territorio de Chile. Santiago de Chile: Instituto de Investigaciones del Patrimonio Territorial de Chile, Universidad de Santiago de Chile, 1991.
González Madariaga, Ezequiel. Nuestras relaciones con Argentina. Una historia deprimente. Del Tratado de paz, amistad, comercio y navegación de 1856 al Tratado de límites de 1881. Santiago de Chile: A. Bello, 1970.
Ortega, Luis. “En torno a los orígenes de la Guerra del Pacífico: una visión desde la historia económica y social”.
Kyung Hee University, 2006. Disponible en 
http://www.scribd.com/doc/30495353/Luis-Ortega-En-torno-a-los-Origenes-de-La-Guerra-del-Pacifico

Este artículo debe citarse de la siguiente manera:
Rojas, Rolando. “Los territorios que perdió Chile durante la guerra del Pacífico”. En Revista Argumentos, año 4, n° 4. Setiembre 2010. Disponible enhttp://web.revistargumentos.org.pe/index.php?fp_cont=930 ISSN 2076-7722