"EL AGUA"
Naturaleza de la estrategia boliviana de presionar a
Chile en ríos compartidos
Los ríos compartidos en la frontera Norte
son una de las pocas cosas que Chile y Bolivia mantienen en común, tras años de
escaramuzas, polémicas y hasta dos sangrientas guerras a cuestas en sus relaciones
exteriores. La geografía se ha encargado de obligar a compartir en esta
vecindad, los escasos cursos de aguas que logran cruzar las cordilleras
altiplánicas del desierto desde uno u otro lado, generalmente nacidos en los
contornos de grandes salares o bien entre oasis de accesos que resultan
extremadamente difíciles, incluso en nuestros días.
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Mapa con la ubicación del río Mauri (fuente: "El Expansionismo de Chile en el Cono Sur", General Humberto Cayoja Riart, La Paz - Bolivia. 1998) |
En el caso de Chile, la política de
aprovechamiento de las aguas de estas fuentes fluviales ha estado presente
desde los inicios de la conquista del desierto, especialmente para usos
agrícolas, producto del empuje y la capacidad de vencer la naturaleza que, por
períodos, han caracterizado a la sociedad chilena. Por el contrario, del otro
lado de la cordillera andina, escasamente se han visto muestras de
emprendimiento y conquista de suelos agrestes, prefiriendo la sociedad
boliviana el autorrelegamiento en territorios del Altiplano que, con
frecuencia, han significado pérdidas de territorios valiosos, como tierras
ganaderas del noreste y los bosques caucheros. Pareciera ser, de hecho, que los
políticos bolivianos han demostrado más interés y esfuerzos históricos por
perturbar las obras de captaciones o aprovechamientos hídricos por parte de la
actividad agropecuaria chilena, en vez de imitar similares proyectos que serían
de inmenso valor para el desarrollo de las comunidades aymaras que viven de
cultivos casi raquíticos de quinoa o papa en algunas zonas de agresivo clima
altiplánico.
Es así como Chile ha logrado hacer, a
fuerza de empuje e iniciativa, verdaderas maravillas en los valles desérticos
de Azapa, Lluta, Camarones o Pica, y el total de 13.425 hectáreas cultivables
de Tarapacá, a pesar de que éstas cuentan sólo con los 45.000 millones de
metros cuadrados disponibles en todo el Altiplano de Arica. Por el contrario,
el Altiplano de Bolivia dispone de la majestuosa cantidad de 950.000 millones
de metros cuadrados sólo en el Titicaca, sin contar los millones y millones de
medidas adicionales que les provee el Acuífero Aymará del Collao y el sistema
hídrico de Oruro que los ancestros incaicos aprovecharan con una ingeniería y
una creatividad envidiables. A pesar de eso, el país altiplánico ha
experimentado graves retrasos en su economía agrícola y continúa siendo una de
las naciones con cierta periodicidad deben recibir ayuda internacional para
suplir las crisis de alimento. Por irónico que suene, buena parte de sus
abastecimientos agrícolas se realizan con productos chilenos de los antes
citados valles de Tarapacá, regados casi por una gotera en comparación con el
recurso de aguas del que dispone Bolivia.
En estas
circunstancias, el aprovechamiento del desarrollo humano y agrícola chileno en
los desiertos de estos cursos de aguas dulces, han representado para Bolivia un
potencial de permanente e histórico hostigamiento, al que difícilmente se
hubiese resistido en su interés por estar machacando constantemente el tema de
su "mediterraneidad", para conseguir de Chile una cesión de
territorio que pueda satisfacer sus más oscuras aspiraciones territoriales.
Cabe recordar que los proyectos de
aprovechamiento de cursos hídricos del Altiplano comienzan hacia mediados del
siglo XIX, cuando los peruanos se realizaban importantes trabajos de
investigación para irrigar con aguas dulces los valles de Tacna y Arica, para
entonces en la provincia de Moquehua. Estas iniciativas fueron sugeridas en
Chile por personajes como Ricardo Salas Edwards, Emilio Rodríguez Mendoza y
Luis Arteaga, a principios del siglo XX, de modo que han constituido por
siglos, parte de la actividad tradicional y necesaria de la vida económica y la
prosperidad de los territorios de esta parte de la región continental, donde la
agricultura lucha con la inclemencia del clima desértico y altiplánico.
La cuestión del río Mauri. Verdadera intención del
reclamo
La idea de la irrigación de Tacna y de
Arica fue tomada hacia 1920, cuando se formó una sociedad chilena para iniciar
trabajos de aprovechamiento de las aguas del río del Uchusuma y del río Mauri,
llamado también Maure o Maurí, afluente del Desaguadero, casi en la frontera de
la actual región de Tarapacá, en la zona de Laguna Blanca, y en los tiempos en
que Chile estaba aún en posesión de esa zona tacneña, hasta la firma del
Tratado de 1929. Otro proyecto similar de captaciones se tenía contemplado
sobre el río Caquena, un poco más al sur.
El año de 1922, se produciría el primer
intento paceño por sabotear el uso de aguas dulces compartidas del que se tenga
registro en la historia diplomática de estos países, cuando Bolivia, a la sazón
gobernada por Bautista Saavedra, presentó una queja formal contra Chile por
haberse otorgado a una empresa privada de regadíos los derechos del Mauri, que
serían utilizados para una industria azucarera establecida en Tacna. Según su
reclamo, la captación de aguas serían perjudiciales para el caudal que entraba
a territorio boliviano y afectarían en forma notoria todas las actividades que
del otro lado del límite, crecían y se mantenían gracias a las aguas de esta
cuenca.
Aunque la denuncia intentaba aventurarse en
detalles sobre las consecuencias concretas que arrastraría, supuestamente, este
proyecto de captación, lo cierto es que en ninguna parte el Gobierno de Bolivia
osó comprometerse con pruebas concretas sobre los temores señalados de que el
caudal se viese dramáticamente perjudicado. En una de sus conocidas obras,
Guillermo Lagos Carmona explicaba esta situación de la siguiente manera:
"En aquel entonces, el Mauri tenía un
caudal de 500 litros por segundo al entrar en territorio chileno y salía con
50.000 litros por segundo. El concesionario sólo estaba autorizado para usar
3.000 litros por segundo. La desviación y utilización de las aguas para fines
agrícolas de este río internacional, no navegable, no perjudicaban a los países
ribereños. Sin embargo, Bolivia reclamó sosteniendo que la concesión atentaba
sus derechos".
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Mapa con la ubicación de río Lauca. La misma estrategia que se intentó en el Mauri, fue llevada después por La Paz a este río, representando hasta ahora el caso más famoso y emblemático de controversias por aguas fronterizas entre ambos países. |
Para entender el contexto de este reclamo,
vale recordar que, sólo dos años antes, Bolivia había entrado a la Liga de las
Naciones, organismo desde el cual comenzó de inmediato a alegar la revisión de
los límites fijados por el Tratado de 1904, aprovechando la desventajosa
posición diplomática en la que quedó Chile al ser identificado
internacionalmente como país simpatizante de los germanos, durante la Primera
Guerra Mundial que acababa de terminar. Por esta razón, entonces, además del
perjuicio que significaría al desarrollo económico del Norte de Chile el
bloqueo de esta clase de proyectos, se fabricaba un esquema comunicacional
largamente mantenido por el país altiplánico y que le ha permitido presentar a
Chile ante la comunidad internacional como un país expansionista violador del
patrimonio ajeno; en este caso, los ríos internacionales.
Claramente, La Paz tenía la intención de
trasladar también este problema a la asamblea, desde donde pretendía sacar
votos para la revisión de la frontera y la "recuperación" del
litoral, pues se había embarcado precisamente en esos meses a la búsqueda de
apoyo de la Casa Blanca, luego de que el Presidente Saavedra enviara nota
directa al Presidente Harding, el 21 de enero, para que fuese incluida Bolivia
en las negociaciones que por entonces Chile y Perú llevaban en Washington para
resolver la situación de Tacna y Arica. Al respecto, es notable que mucha de la
actitud mantenida por Bolivia con respecto a Chile con respecto a su reclamo
portuario, haya sido forjada precisamente tras las varias veces en que el
Palacio Quemado ha partido a golpear las puertas de Washington en busca de
apoyo y forjando con ello la estructura esencial de sus pretensiones marítimas,
al contrario de la imagen que sus gobernantes han intentado proyectar de sí
mismos con respecto a su distancia hacia la intervención de los Estados Unidos
en el resto del continente, en tiempos posteriores.
Al no obtener respuestas inmediatas por sus
denuncias contra las captaciones del Mauri, el Palacio Quemado volvió a
insistir en mayo, y finalmente ante la propia Liga en septiembre. Sin embargo,
nuevamente sería sin éxito.
Fracasa la intentona. Caso del Mauri inspira
cuestión del Lauca y del Silala
Antes de que el asunto del Mauri pasara al
foro internacional, Chile respondió a través del Embajador en La Paz, Emilio
Rodríguez Mendoza, haciendo añicos el reclamo boliviano en una contundente nota
donde quedaba demostrado que la proporción de aguas que serían captadas por la
parte chilena resultaban ínfimas e irrelevantes como para afectar el curso del
resto del río y el de la cuenca hídrica en general.
La molestia comprobadamente infundada de La
Paz, si bien amenazaba con subir como el suflé al calor de los ánimos
revanchistas y de las pretensiones bolivianas de revisar su situación limítrofe
con Chile, comenzó, sin embargo, a mermar paulatinamente y cayó en el olvido
sin generar necesidad alguna de solución. En otras palabras, murió de hambre y
abandono, pues es bien sabido de todas las pretensiones bolivianas siempre han
requerido de una buena dosis de atención y de interés por parte de la comunidad
internacional para que puedan prosperar y acercarse a los objetivos
diplomáticos concretos que motivaron su producción. Además, la falta de
solución a la controversia de Tacna y Arica entre Chile y Perú mantuvo en
suspenso muchas de las actividades que se planificaban con las captaciones del
Mauri, las que no prosperaron. Esto demuestra que La Paz sólo tenía la
intención de aliñar con tal reclamo su fracasado intento de hacer que la Liga
de las Naciones diera pie a la revisión de los acuerdos con Chile,
resolviéndose entonces en la asamblea que Bolivia no tenía derecho a exigir
revisión del Tratado de 1904.
Río Mauri sería, no obstante, un valioso
antecedente anunciando lo que iba a ocurrir años después, como parte de una
cíclica y constante reiteración odiosa de La Paz, por provocar de la nada
conflictos limítrofes sobre los cuales montar sus reclamos por salida al mar
ante los foros internacionales. Echando a perder se aprende, y la siguiente
embestida de Bolivia tendría enormes alcances que consiguieron con creces lo
que la polémica del Mauri ni siquiera estuvo cerca de lograr.
En 1939, por iniciativa del Presidente
Pedro Aguirre Cerda (y a largos 25 años ya desde la firma del Tratado de 1904),
el Gobierno de Chile inició estudios destinados a conseguir el riego de cerca
de 2.000 hectáreas del Valle de Azapa, en Arica, con las aguas del sistema
hídrico del río Lauca, en Parinacota. Las intenciones del gobierno fueron
anunciadas por el propio mandatario chileno durante una visita a Arica del 1º
de junio de 1939. Lamentablemente, las condiciones estaban dadas, esta vez,
para que Bolivia pudiese iniciar lo que ha sido una de sus más petulantes y
persistentes campañas diplomáticas de la historia de las relaciones con Chile.
El solo anuncio de que Argentina tenía en
proyecto presentar un Tratado de Derecho de Navegación Comercial Internacional,
en esos días, abrió una amplia perspectiva a La Paz para preparar una feroz
carga de reclamaciones y denuncias contra Chile, recordando el tema de su
"mediterraneidad" y usando un molde perfeccionado de lo que fuera la
cuestión del río Mauri. Así comenzó, entonces, la famosa controversia del río
Lauca, que duraría -con interrupciones- por varias décadas, representando el
caso más claro de la animosidad y de la intención altiplánica de valerse de la
excusa de supuestas controversias sobre ríos compartidos para meter en ellas su
reclamo marítimo. El mismo esquema de controversia por aguas compartidas
volverá a ser repetido por Bolivia unos años después con respecto al caudal del
río Silala, negándole a Chile los mismos derechos que, sin embargo, el
Altiplano reclamaba propios en los casos del Mauri y del Lauca, en otra
demostración de la adaptabilidad moral de la diplomacia boliviana.
De este modo, la cuestión del río Mauri
marcó el inicio de una estrategia de reclamación de Bolivia que se ha mantenido
hasta nuestros días y que, como su propia aspiración litoral, tendrá mucho
tiempo más de vida.
Contenidos estratégicos detrás del reclamo del Mauri
y de otros análogos
Hemos dicho que existe un criterio estratégico
de parte de Bolivia para presionar diplomáticamente a Chile cada vez que este
último país intenta desarrollar actividades de captaciones de aguas fronterizas
o recursos hídricos compartidos, tendencia que fue inaugurada con el intento de
levantar un escándalo en el río Mauri. Esto se hace evidente al ver repetida la
fórmula, como hemos dicho, en los casos del Lauca, Caquena, Silala en incluso
en intentos de levantar polémicas en sobre las napas subterráneas del sector
del Chungará, como veremos.
Sin embargo, también hay una parte muy alta
de responsabilidad en la permanente imprevisión chilena y en la tendencia a
concentrar hasta nuestros días el aprovechamiento principalmente en los
recursos fluviales de los sistemas hídricos ya existentes y no en las inmensas
capacidades del sistema pluvial cordillerano u otras posibilidades, como si no
se hubiese sacado ninguna lección de este primer caso de disputa entre ambos
países por las aguas de un río compartido.
Dicho de otro modo, la falta de tino y de
astucia por parte de Chile ha permitido a Bolivia el desarrollo constante de
políticas de presión y hostigamiento valiéndose de aquellos ríos compartidos e
incluso de las napas subterráneas de agua, como sucedió durante el año 2005,
cuando se echó a correr el rumor infundado de que Chile habría estado
realizando captaciones de este tipo en las profundidades de las ciénagas del
Lauca (ocasión en la que un Diputado chileno se puso públicamente del lado del
vecino país). Existe incluso el mito de que el Norte de Chile se encontraría
desabastecido de aguas, mañosa leyenda que ha sido refregada constantemente por
algunos entreguistas chilenos y supuestos ecologistas solidarios con las
pretensiones marítimas de Bolivia y con la ilusa idea de intercambiarle costas por
agua dulce a este último país.
La verdad es, sin embargo, que el recurso
de aguas del Norte de Chile está subexplotado y subvalorado, perdiéndose en su
mayor parte a pesar de los vergeles en que se hayan convertido Azapa,
Camarones, bajo Lluta y otros sectores que ya hemos mencionado. Las medidas de
captación de aguas como las del Mauri o el Lauca se remontan a la época en que
no existían ni los estudios ni los conocimientos para mejorar, por ejemplo, la
captación pluvial directa o la de las vertientes andinas.
Los actuales datos científicos permiten una
mirada muy distinta sobre las posibilidades de aprovechamiento del recurso
hídrico de la Región de Arica-Parinacota. El río San José, por ejemplo,
desplaza 450 litros por segundo de agua, y el Lluta 350 litros. El geógrafo
chileno Alejandro Pavez Wellmann ha hecho notar que la utilización total de
estos recursos hídricos de Arica no superan los 50 millones de metros cúbicos
anuales, constituyendo sólo un 15% del total de las aguas superficiales y
apenas el 2% de los pluviales, es decir, de las aguas provenientes de lluvias y
escurrimientos desde la alta cordillera. Otros autores ha propuesto la
posibilidad de instalar, adicionalmente, plantas de desalinización que
permitirían también una reserva permanente de agua potable y dulce para la
región.
Estos datos demuestran que lo que falta en
el Norte de Chile no es agua, sino proyectos e iniciativas de aprovechamiento
de los recursos, tanto de napas subterráneas como del inmenso potencial de las
lluvias. Cabe señalar también que, según los Anuarios de Estudio de los
Balances Hídricos de Chile y Bolivia, toda la lluvia del Altiplano y
especialmente la que cae sobre Bolivia, proviene de la influencia de los
sistemas Atlántico y Amazónico, totalmente independientes del Pacífico.
Queda demostrado, entonces, que la falta de
diversificación de las matrices proveedoras de agua es el origen no sólo del
mito de la falta de agua en el Norte de Chile, sino también la llave para que
Bolivia pueda asir sus pretensiones marítimas sobre los reiterados reclamos por
el uso de recursos fluviales fronterizos, que comenzaron con la experiencia del
río Mauri en 1922.
Bolivia
condenó a Chile por los mismos hechos que hoy le perdona al Perú
Sin embargo, existe otra indiscutible
prueba de la orientación política de estas reclamaciones bolivianas y de su
intención en dañar proyecciones de desarrollo chilenas, más que de proteger
intereses propios, como procederemos a ver.
A principios de los años noventas, el
Gobierno del Perú negoció proyectos de canalización y desvíos del Mauri que
superaban con creces las escuálidas proporciones de la captación planificada
por Chile tantos años antes y que provocara la descrita gritadera en La Paz
sobre el Mauri. El plan peruano quedó en manos de compañía Proyecto Especial
Tacna (PET), que realizó obras de captación y desvíos en los ríos Mauri y
Uchusuma. En menos de diez años, esta intervención había provocado un daño
extraordinario sobre la cuenca del río Desaguadero y aguas abajo del Calacoto
en pleno territorio boliviano, al punto de aumentar la salinización por la
reducción del caudal que, además, disminuyó notoriamente al lago Poopó, a
consecuencia de lo cual la actividad agrícola sostenida por indígenas muy
pobres del entorno Sur del Titicaca ha terminado profundamente dañada.
Lo que sorprende en este caso es la actitud
complaciente y casi cómplice de las autoridades bolivianas que, a diferencia
del escándalo a cuatro vientos que intentaron instalar contra Chile por la
cuestión del Mauri, aquí toleraron con inaudita irresponsabilidad la grave
intervención que el Perú ha dirigido precisamente contra el mismo río y la
misma cuenca que el escándalo de 1922. También han actuado con silencio
inexplicable muchos de los grupos ecologistas e indigenistas que con frecuencia
agitan movimientos independentistas de comunidades indígenas en Sudamérica.
Sólo algunos investigadores y representantes aymaras parecen haberse interesado
en este tema.
Otro aspecto que pone en evidencia el caso
de la PET, es que el territorio que realmente está desabastecido de agua dulce
para riego no es el Norte de Chile, como hemos comentado, sino más bien el Sur
del Perú, tal cual fue reconocido el Día Mundial de Agua en un reportaje del
diario peruano "El Comercio" (martes 22 de marzo de 2005). Según este
trabajo, las reservas de agua del Perú llegarían sólo a 20 años más antes de
entrar en crisis. La cifra aparece confirmada por la UNESCO y el Instituto
Nacional de Recursos Naturales (Inrena), además de otros estudios sobre el
impacto del cambio climático demostrando que entre 1982 y 2005, el área de
glaciares de la cordillera peruana se había reducido en más del 25%.
Las vertientes
hidrográficas principales del Perú provienen de tres redes específicas: el
sistema Pacífico, el sistema Amazónico-Atlántico y y la cuenca del lago
Titicaca, a través de 106 ríos principales. Según los articulistas, si se
juntara todo este complejo a las 12.200 lagunas, las decenas de glaciares y las
aguas subterráneas disponibles para el Perú, sumarían todos unos 74.546 mt.3
anuales por cada habitante. Si bien esta proporción hace que la UNESCO coloque
al Perú en el lugar 17º entre 180 países con mayor acceso al recurso del agua,
la verdad es que el 98% de éstas corresponden a los ríos que corren por los
territorios de la sierra y de la selva, mientras que apenas un 1,7% corresponde
a las aguas que circulan por la costa y que están integradas al consumo en
todas sus formas (alimentación, higiene, riego, industria, etc.). Un 1,7% que,
sin embargo, sirve al 65% de la población peruana, que vive principalmente en
las áridas zonas de la región litoral del país. Según el asesor de la
Intendencia de Recursos Hídricos del Inrena, Jorge Benites, estas
especificaciones harían que el Perú bajara al lugar 128º en la escala de la
UNESCO.
En lo que sí hay analogías con el caso
chileno, es que existe también en Perú una gran cantidad de desaprovechamiento
y derroche del recurso hídrico, a juzgar por los datos del Inrena publicados en
el mismo artículo: el 54% de las aguas retorna al océano y el 46% usado en el
consumo se distribuye en la agricultura (80%), población (18%) y minería (2%).
Según estos datos, los agricultores peruanos derrochan aproximadamente un 20%
del agua durante las faenas de riego, y en el uso doméstico el derroche llega a
un 50%, ya sea por tuberías en mal estado o por procedimientos inadecuados.
Esto explicaría, por ejemplo, que el Perú
se haya puesto del lado de Bolivia cuando se levantaron las acusaciones contra
Chile por las supuestas exploraciones de napas subterráneas en Arica, pues
también sería un grande y forzoso interesado en los recursos hídricos de la
región. De hecho, ese mismo año de 2005, el Gobierno de Alejandro Toledo había
iniciado un proyecto de inversiones en Tacna para poder ampliar el volumen de
agua disponible para consumo humano y regadío, en una de las aristas que
conectan este caso de los recursos hídricos con las pretensiones peruanas de
alterar el límite marítimo con Chile.
Cabe advertir, no obstante, que las
autoridades de Chile no se anotan muchos puntos de diferencia frente a la
indolencia de Bolivia para con sus propios recursos explotados por Perú. La
misma empresa PET opera en territorio fronterizo con Chile para extraer aguas
de los pozos subterráneos de El Ayro, lo que está secando Laguna Blanca según las
reiteradas denuncias formuladas por la Alcaldía de General Lagos y por las
comunidades indígenas de Visviri, el poblado más septentrional de Chile.
A pesar de ello, el indolente Gobierno
Central chileno no se ha pronunciado al respecto y se ha hecho cómplice por
omisión de este posible desastre.
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