martes, 7 de agosto de 2012
¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas¡
Extracto del discurso de
Mario Vargas Llosa en Suecia, al recibir el
Premio Nobel de Literatura
2010
“Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al
Perú el país de “todas las sangres”.
No creo que haya fórmula que lo defina mejor, Eso
somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no; una suma de
tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos
cardinales.
A mí me enorgullece sentirme heredero de las
culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y
Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos
del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el gran Chimú, Chan Chan,
Kuelap, Sipán, las huacas de la Bruja y del Sol y de la Luna y de los españoles
que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la
tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la
lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España
llegara también el Africa con su reciedumbre, su música y su efervescente
imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana.
Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como
el Aleph* de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario
privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas¡”
_________________________________________________________________
*El
Aleph – Jorge Luis Borges
Si cuando comentaba “Ficciones” decía que había que leer a Borges, al menos, una vez en la vida, ahora podría decir que,
si alguien decide hacerlo, el libro que debería escoger es “El Aleph”.
En “El Aleph”, Borges consigue labrar una obra maestra
completa. Cada uno de los 17 cuentos que lo componen es una joya en sí mismo.
Aunque los temas clásicos del argentino han sido ya tratados mil veces, sólo
Borges podía narrar historias de una manera en la que la magia y la
inteligencia forman un conjunto que produce asombro sin límite en el lector. Y
no hay que olvidar que este libro se publicó en 1949: algo que uno olvida en
cuanto se sumerge en su lectura.
Se abre el volumen con una historia titulada ‘El
Inmortal’, donde Borges da cuenta de sus conocimientos sobre Historia y narra
los largos años de existencia de un hombre aquejado del mal de la inmortalidad.
Como el protagonista mismo dice, “ser inmortal es baladí; menos el hombre,
todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte”; una pequeña pieza de una
hermosura agria.
‘La casa de Asterión’, de apenas dos páginas, es un cuento
del que nada puedo decir para no revelar su secreto, pero aseguro que es una
historia fabulosa y mágica, con una perspectiva nada usual y muy enternecedora.
En ‘La busca de Averroes’ se nos cuenta la intención del filósofo árabe de
hallar algo que, sólo él entre los hombres, no es capaz de encontrar. Una bella
leyenda, casi del estilo de “Las mil y una noches”, que entremezcla fantasía y
erudición como sólo Borges podía hacerlo.
Una pieza clave dentro de “El Aleph” es el cuento llamado
‘El Zahir’. Por supuesto, nada que ver con Coelho (ya le gustaría a Coelho, por
otro lado). En esta historia, una de esas obsesiones borgianas, el infinito, lo
inabarcable, se concentra en la posesión de una moneda y el autor muestra cómo
ese accidente insignificante puede conducir a la locura. En Borges, el tópico
de que el conocimiento puede implicar destrucción personal es recurrente. Una de
mis historias favoritas es ‘Los dos reyes y los dos laberintos’, un relato de
unas treinta líneas que toma forma de fábula clásica, con moraleja incluida.
Siempre con ese toque exótico e inteligente del argentino.
Y, por supuesto, la obra cumbre del universo borgiano y
que da título al libro. En ‘El Aleph’ el autor concentra muchos de sus temas
preferidos: los laberintos, la búsqueda del conocimiento, el azar, el peligro
que encierra la curiosidad, el tiempo… ¿Cómo explicar un cuento en el que el
protagonista descubre el universo entero en el hueco de una escalera? Es
imposible, creo yo. Sin embargo, hay que decir que esa historia desborda al
lector con su magia, con su imaginación. Es uno de esos temas que, después,
muchos escritores han tratado de abordar desde otras perspectivas. Un relato
que, simple como pocos, de una sencillez extrema, ahonda en unos abismos
narrativos difíciles de imitar.
Quizá esto último sea lo que más define a Borges: hacer
fácil lo complicado. Y eso, que pudiera no parecer una virtud, lo es, y mucho.
En literatura (como en cine, por ejemplo) el conseguir que algo parezca
sencillo es un arte que está al alcance de muy pocos. Borges escribía de una
manera simple, lineal (algo que se le achaca como punto negativo siempre), pero
no por ello menos sugerente. Puede que no experimentase con la lengua como
otros hicieron después, a la manera de García Márquez, por ejemplo, pero en esa
simplicidad introduce una imaginación desbordante. Y, además, nos regala con
una inteligencia y una sabiduría como pocos escritores han vuelto a tener
después de él.
Como
decía más arriba, puede que uno olvide a Borges, lo “supere”, como se suele
decir. Pero en sus libros, en sus cuentos, se nos abren puertas que siempre
hemos tenido ahí, esperando, pero siempre cerradas. A la espera, claro está, de
que alguien accione el resorte adecuado. Y para ello, está Borges.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario