OPINION: Jaime Salinas y
el derecho a la insurgencia
Martes, 13
de noviembre del 2013 /// 18:21
FRANCISCO MIRÓ QUESADA RADA
Director de El Comercio
Un día como
hoy, hace veinte años, el general Jaime Salinas Sedó, ya en retiro, y 25
oficiales de las Fuerzas Armadas, entre los que se encontraba el vicealmirante
Augusto Vargas Prada, insurgieron contra la dictadura de Alberto Fujimori.
Actuaron en su ley, porque creyeron y creen en la democracia, pero actuaron de
acuerdo con ley, porque la Constitución que regía en aquella época, como la
vigente, establecía el derecho que tiene el pueblo de insurgir contra cualquier
gobierno usurpador, no importa cuál sea su naturaleza: civil, militar o
cívico-militar, como precisamente fue el gobierno de Alberto Fujimori, una
dictadura cívico-militar, en la cual las Fuerzas Armadas en ese entonces se
plegaron para “disolver” el Congrego y controlar los otros poderes del Estado.
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A dos décadas de la sublevación del general EP y 25 oficiales de las FF.AA. contra el régimen de Alberto Fujimori |
Este
intento abortó por la acción del traidor Elías Moyano, de esos traidores que
desgraciadamente han existido a lo largo de la historia de la humanidad,
empezando por Judas, aunque recordemos que el valeroso Leónidas en las
Termópilas fue finalmente derrotado por Jerjes debido a una traición, acto
despreciable basado en la maldad, el engaño, la absoluta mentira y la
hipocresía.
Recordemos
este hecho como el primero en el que se insurge para que se cumpla la ley,
retornar al estado anterior, y que el pueblo elija a sus autoridades. Solo unos
pocos lo ayudaron, solo unos pocos se plegaron a la acción, pero eso no
importó, porque Jaime Salinas y los demás oficiales fueron un ejemplo de coraje
ante el poder del dictador. No solo tuvieron valor moral para decirle no al
poderoso, sino valor físico. Estaban dispuestos a dar su vida para derrocar al
tirano, que, al contrario de estos valerosos, huyó cobardemente a esconderse a
la Embajada de Japón, bajo el argumento de que lo querían matar. Realmente
asombroso: no enfrentó a un puñado de bravos teniendo un ejército a su
disposición y fue precisamente todo lo contrario, porque el traidor y los
esbirros al servicio de la dictadura intentaron asesinar a Salinas
persiguiéndolo por media Lima.
Por eso,
Jaime Salinas Sedó, como bien dijo nuestro recordado Francisco (Paco) Igartua,
es “de esos hombres escogidos, que prefieren seguir el mandato del deber antes
que plegarse al éxito y al tumulto”.
Dio un gran
paso histórico, marcó la ruta para que años después otros peruanos
insurgiéramos a través de los Cuatro Suyos, movimiento encabezado por otro
defensor de la democracia y luego presidente, Alejandro Toledo también insurgió
en las postrimerías y en plena agonía del fujimorismo el actual presidente,
durante el llamado levantamiento de Locumba en Moquegua.
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General EP (r) Jaime Salinas Sedó |
Pero, como
sucede en la historia, todavía el Estado no ha hecho justicia con los
demócratas insurgentes; quedan pendientes algunas cosas como la ejecución del
pago de la reparación económica, por daño moral, lucro cesante y daño emergente
ocasionado por la injusta carcelería que sufrieron, y ascender al grado
inmediato superior a todos los oficiales que participaron en los sucesos del 13
de noviembre de 1992.
Señor
presidente, es un deber moral condecorar con la Orden del Sol en el grado más
alto al general Jaime Salinas y a los demás oficiales, porque gracias a ellos
los peruanos disfrutamos de esta democracia, que, aunque feble, es mejor que la
mejor de las dictaduras.
Jaime
Salinas Sedó es la expresión de lo que dijo en alguna oportunidad José
Ingenieros, cita que asume el mismo general Salinas en su artículo “En honor a
la verdad”: “Cuando la conciencia moral considera que la autoridad es
ilegítima, obedecer es una cobardía y el que obedece traiciona a su sentimiento
del deber”.
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