viernes, 7 de febrero de 2014
Diplomáticos progresistas y al mismo tiempo “políticos”
Tributo a Torre Tagle
Viernes, 07 de febrero de 2014 | 4:30
am
La sentencia de la Corte Internacional
de Justicia (CIJ) de La Haya sobre los límites marítimos Perú/Chile corona un
memorable esfuerzo de la política exterior peruana, quizás el más importante de
los realizados entre la segunda mitad del siglo pasado y en lo que va del
actual, tanto por los objetivos planteados como por la destreza con la que se
encararon. Si existe una figura central en este largo proceso, esta es la
diplomacia peruana.
Desde los años ochenta y por 30 años
Torre Tagle ha sabido construir y sostener una estrategia que logró sobrevivir
las vicisitudes de la política interna. El “memorando Bákula” de 1986, el
documento que entregara a la cancillería chilena el embajador Juan Miguel
Bákula luego de una visita expresa a Santiago, enviado por el canciller peruano
de entonces, no es una causalidad; corta y precisa, sus 936 palabras sintetizan
la maduración de la convicción en Torre Tagle sobre la necesidad de resolver
definitivamente el más importante pendiente de las relaciones peruano chilenas
desde el Tratado de 1929 desde una perspectiva realista, principista, y no
revanchista.
En el documento se alude a los ejes de
una posición que se mantendrá hasta en la fase oral de La Haya el año 2012, y
después: 1) que los acuerdos de los años 50 fueron fórmulas cuyo objetivo era
evitar incidentes de pesca; 2) que una interpretación extensiva de estos
afectaría los legítimos intereses territoriales del Perú; y 3) que es preciso
definir los límites marítimos entre ambos países como consecuencia de la aprobación
de la Convención sobre el Derecho del Mar que contó con el voto del Perú y de
Chile.
La elaboración y gestión de esto que
llamaríamos la visión de La Haya fue posible por la intersección de dos
generaciones de diplomáticos, la vieja guardia (a decir de Bákula “la última
que puede sentir rencor hacia Chile”) influida por el Tratado de 1929 y las
gestiones limítrofes del siglo XX con Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador, y un
grupo de entonces jóvenes diplomáticos progresistas y al mismo tiempo “políticos”
en el sentido más fiel de la palabra. El fruto de esta intersección fecundó a
las dos generaciones siguientes de Torre Tagle.
Esta convicción fue perturbada por la
autodenominada etapa “pragmática” de nuestras relaciones internacionales
durante el fujimorismo, que atravesaron por el ignominioso despido de 117
diplomáticos en 1992 y las borrascosas Convenciones de Lima, gestionadas
chambonamente y que obviamente quedarán en el debe de nuestra contabilidad
diplomática. A pesar de ello, siendo justos, en esa etapa también se cerró la
frontera con Ecuador en medio de sucesivas crisis políticas luego de la Guerra
del Cenepa de 1995.
Fue mérito de Torre Tagle que se
mantenga inalterable la visión que nos llevó a La Haya en todos los hitos de
este proceso: el mismo memorando (1986); la presentación por Chile de su carta
náutica ante las NNUU (2000); el pedido formal de negociaciones bilaterales a
Chile (2004); la aprobación por el Congreso de Ley de Líneas de Base del
Dominio Marítimo del Perú (2005); la presentación de la demanda y la formación
del equipo peruano (2008); la presentación de la memoria (2009); la continuidad
del equipo a pesar del cambio de gobierno (2011); y el informe oral (2012).
Debió ser complicado para Torre Tagle
lidiar en este punto con políticos y hombres de negocios utilitarios y
oportunistas tomando en cuenta que nuestra cancillería es también objeto y
escenario, como otras instituciones de servicio público, de rencillas
personales y de grupo. El más complejo de los desafíos fue la estrategia de las
cuerdas separadas, jaqueada tanto por las decisiones chilenas –por ejemplo su
cuantioso equipamiento militar– y por los extremos internos, desde el
aperturismo radical y casi antisoberanista que nos proponía huir hacia adelante
en materia comercial buscando con el empresariado chileno un lenguaje común
ajeno a la política y pasar de las cuerdas separadas a los mundos divorciados
hasta la visión militarista que pugnaba por el rearme peruano de cara a la
confrontación, incluido el congelamiento comercial.
Juan de la Puente
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