Hace
tres décadas el vicealmirante escribió un libro en el que documentalmente
demostró la inexistencia de límites marítimos. Junto con el embajador Juan
Miguel Bákula, tendría un papel clave en el desarrollo de los acontecimientos
que derivaron en la demanda del Perú contra Chile ante la Corte de La Haya.
Ángel Páez
Hace 36 años, el primero en fundamentar
y plantear la necesidad de fijar los límites marítimos entre Perú y Chile fue
el vicealmirante Guillermo Faura Gaig (1918-2004). En un libro
que firmó exactamente el 30 de mayo de 1977, El mar peruano y sus límites,
Faura advirtió que para Chile no había nada que discutir al respecto y
recomendó que Perú debía recurrir a la Corte de La Haya, como una de las
principales opciones. Incluso los especialistas chilenos en el tema reconocen
que la representación peruana que sustentó la demanda ante la Corte Internacional de Justicia recoge
varios de los planteamientos que formuló el vicealmirante Faura. Pero en el
país poco o nada se habla del aporte sustantivo del alto oficial de la Marina.
"Raro olvido el de Faura",
escribió el diplomático y periodista José Rodríguez Elizondo: "Tres
décadas largas después (de la publicación de su libro), el equipo peruano en La
Haya está ejecutando esas tesis (de Faura)".
|
Vicealmirante AP (+) Guillermo Faura Gaig |
En el documentado, prolijo e incisivo
libro El mar peruano y sus límites, que publicó con su propio peculio,
Guillermo Faura demandó al gobierno la definición de la frontera marítima. Lo hizo
en el contexto del Acuerdo de Charaña, suscrito por los presidentes de Bolivia,
el general Hugo Banzer, y de Chile, Augusto Pinochet, el ocho de febrero de
1975, que buscaba una salida al mar para el país altiplánico. Pero necesitaban
la conformidad del presidente del Perú, general Francisco Morales Bermúdez.
"Las noticias de prensa y
declaraciones oficiales dan cuenta de la estrecha relación entre los gobiernos
militares de nuestro país (general Francisco Morales Bermúdez) y de Chile
(general Augusto Pinochet) que permitiría el diálogo y conversaciones que
lleguen a dar una solución justa y equitativa al asunto", escribió Faura:
"El interés de la Nación por encima de cualquier otra consideración,
reclama corregir nuestra delimitación marítima".
Desde esa época, Chile afirmaba
que los acuerdos suscritos con Perú –la Declaración sobre Zona Marítima, de
1952, y el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima, de 1954–
expresaban el reconocimiento de la delimitación marítima existente. Valiéndose
de documentos oficiales de ambas naciones, Guillermo Faura escribió: "(Los
acuerdos de 1952 y 1954) no constituyen un pacto, convenio o tratado de los
límites marítimos". En consecuencia, el Perú debía demandar a Chile un
acuerdo definitivo al respecto.
EL APOYO DE BÁKULA
El historiador Antonio Zapata destacó
el papel pionero del vicealmirante Guillermo Faura respecto a los
planteamientos que ahora el Perú sustenta ante La Haya. "Faura escribió el
primer libro peruano que plantea el tema de la frontera marítima con Chile.
Faura conocía hondamente el caso porque fue parte de la representación peruana
ante la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar,
que se inició en diciembre de 1973. Junto con Faura participó el embajador Juan
Miguel Bákula, que tendría una función clave en el desarrollo de los
acontecimientos que derivaron en la demanda del Perú contra Chile ante La
Haya", dijo Zapata.
|
Embajador Juan Miguel Bákula |
El ex comandante general de la Marina y
miembro de la Comisión Consultiva ad hoc del Ministerio de Relaciones
Exteriores sobre Delimitación Marítima con Chile, el vicealmirante Carlos
Gamarra Elías, destacó el papel del vicealmirante Faura. "Aunque se
hicieron estudios sobre la frontera marítima con Chile, los que fueron de uso
interno y no público, el libro de Guillermo Faura en su momento ofreció
importante aporte de información sobre la materia que lo reconocen tanto
peruanos como chilenos. En parte, sus planteamientos se reflejan en la demanda
ante La Haya", señaló el vicealmirante Gamarra.
Probablemente el polémico papel que
cumplió el vicealmirante Guillermo Faura durante el régimen del general Juan
Velasco Alvarado explicaría por qué se le menciona poco o nada en relación al
empeño del Perú para definir la frontera marítima con Chile.
Nacido el 30 de mayo de 1918, en Tarma, Junín, Guillermo Faura fue designado
ministro de Marina y comandante general de la Marina por el general Velasco, el
primero de enero de 1975. Hasta entonces había asumido cargos como director de
Inteligencia de la Marina, comandante de la Fuerza Fluvial del Amazonas,
director de la Escuela Superior de Guerra Naval y comandante general de la
Fuerza Naval del Pacífico.
FIRME POSICIÓN
Había un sector de la oficialidad de la
Marina opuesto a la designación de Faura no solo porque había otros que lo
antecedían –y fueron pasados al retiro–, sino porque "El Chinche"
Faura, como lo conocían en la institución, compartía el pensamiento del jefe de
Estado. Horas después de la juramentación de Faura, una bomba estalló en su
casa, a las tres de la mañana del dos de enero de 1975.
Medio año después, el 25 de junio, la
flota naval se amotinó y pidió la salida de Faura. De acuerdo con su versión,
se trataba de una maniobra para dar un golpe a Velasco. "El hecho de que
no pudieran acusarme de nada en particular demuestra el carácter subalterno del
motín, pero su significado fue totalmente político y respondía plenamente a la
estrategia de Morales Bermúdez. Su gran obstáculo era mi convicción
revolucionaria", le dijo Faura a la periodista María del Pilar Tello, en
1983: "Considero que mi salida abrió las puertas a Morales Bermúdez para
dar el golpe dos meses después y derrocar a Velasco". Efectivamente
ocurrió el 29 de agosto de 1975.
El cuatro de abril de 1976, otro
explosivo dañó la casa de Faura, lo que resultó un indicativo de que no le
perdonaban su actuación en el régimen de Velasco. Pero continuó en la redacción
de lo que sería el libro El mar peruano y sus límites. Como integrante de
la Comisión Asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores en Asuntos del Mar
y miembro de la delegación peruana en las Conferencias de las Naciones Unidas
sobre el Derecho del Mar, entre 1969 y 1975, el vicealmirante tuvo acceso a
información privilegiada.
Además trabajó hombro a hombro con el
embajador Juan Miguel Bákula, quien el 23 de mayo de 1986, reunido
con el canciller chileno Jaime Del Valle, planteó la negociación de un tratado
de límites marítimos. En esa ocasión el embajador peruano entregó a Del Valle
lo que se conoce como el "Memorándum Bákula", que en unos de sus
párrafos propone a Chile: "Una de las cuestiones que merece inmediatamente
nuestra atención es la delimitación oficial y definitiva de los espacios
marítimos que reflejan la proximidad geográfica del Perú y Chile y que son,
desde hace mucho tiempo, objeto de una acción conjunta fructífera". Se
trataba de lo mismo que Faura fundamentó en su libro.
Si algo motivó a Guillermo Faura a
escribir su libro fue que el gobierno de Morales Bermúdez modificara la
posición del Perú sobre el mar. El nueve de octubre de 1977, Guillermo Faura
denunció el cambio en una carta pública. No pasó mucho tiempo para que llegaran
las represalias. El 25 de mayo de 1978, el general Morales Bermúdez deportó a
Argentina a Guillermo Faura y a un grupo de dirigentes izquierdistas y
periodistas opositores. El tiempo le daría la razón a Faura. Hoy sus argumentos
son debatidos en La Haya.
¿ES POSIBLE QUE LOS CHILENOS NO LEYERAN
EL LIBRO DE FAURA?
El internacionalista chileno José
Rodríguez Elizondo dedica un amplio espacio al papel protagónico del
vicealmirante Guillermo Faura en el libro De Charaña a La Haya.
"Para el peruano medio de hoy, el
almirante Guillermo Faura solo existió como actor político... y efímero. Los
viejos periodistas lo recuerdan como miembro de la Junta Militar del gobierno
de Juan Velasco Alvarado. (...) La atención focalizada en su breve protagonismo
político oculta su importancia como intelectual naval. (...)", describe
con conocimiento de causa José Rodríguez, quien trabajó en la revista Caretas
entre los 70 y 80.
"Faura concluyó que el statu quo
marítimo chileno-peruano debía ser cuestionado, y así lo planteó en las 335
páginas de su libro El mar peruano y sus límites, aparecido en 1977 y destinado
a convertirse en plataforma jurídica, política y oceanográfica de todos los
estudios que vinieron en su línea. Sobre todo de los que no lo citan",
señaló Rodríguez.
"Consta que el libro de Faura fue
comprado por la embajada chilena en Lima y distribuido a dependencias
ministeriales con los respectivos oficios conductores. Sin embargo, no se
conoce reacción alguna. (...) ¿Es posible que nadie lo leyera?", concluye
con ironía.
CLAVES
Estudios. Luego de pasar al retiro,
Guillermo Faura continuó con sus estudios de Humanidades con mención en
Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Graduación. Para graduarse, presentó la
tesis "Negociaciones diplomáticas entre Perú y Chile (1884-1901)" en
1988.
libros. También es autor de Los ríos de
la Amazonía peruana (1964). Y dejó inconcluso: La mediterraneidad de Bolivia,
en que también se trata el tema de la delimitación marítima.
NAVAL. Guillermo Faura perteneció a la
Promoción 1935 de la Escuela Naval del Perú. Falleció en Lima el 11 de febrero
del 2004, a los 85 años de edad.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
José
Rodríguez Elizondo
Puede que los
juristas extranjeros contratados por Perú lo conozcan sólo por alguna nota de
pie de página. Pero, con certeza, sus alegatos en La Haya serán secuela de las
tesis del Almirante Guillermo Faura Gaig, contenidas en su libro El mar peruano
y sus límites (sin sello editor, 338 páginas, 1977). Es que, curiosamente,
dicho marino es hoy casi un desconocido en su país. Consultados amigos y
expertos, no saben dónde está… si es que está. Otros, emplazados a mencionar
pioneros de la demanda peruana, antes mencionan al embajador Juan Miguel
Bákula.
EL ALMIRANTE PIONERO
Raro olvido el de Faura, quien destacó como un líder naval llamativo… y
conflictivo. Experto en inteligencia, geopolítica, guerra antisubmarina,
diplomacia y Derecho Internacional Marítimo, fue el principal de los poquísimos
jefes de su arma que se comprometieron con la revolución militar socialista del
general Juan Velasco Alvarado. En 1974, éste maniobró para instalarlo como
Comandante General de la Marina, por añadidura ministro institucional y miembro
de la Junta Revolucionaria.
Pero, entre los jefes desplazados y otros navales antivelasquistas, se las
arreglaron para hacerle la vida miserable. Unos optaron por atentados
terroristas literalmente a domicilio y otros le sublevaron la Escuadra. Antes
de cumplir un año en la cúpula, el propio Velasco debió pedirle la renuncia.
Para Faura, aquello fue fruto de una conspiración internacional. Al parecer,
los agentes cubanos lo querían demasiado y la CIA lo quería poco. “Mi salida
abrió las puertas a (Francisco) Morales Bermúdez para dar el golpe dos meses
después y derrocar a Velasco”, dijo a la periodista María del Pilar Tello.
Para desquitarse, optó por complicarle el patriotismo al nuevo gobernante. En
1976, mientras éste discutía las bases de los Acuerdos de Charaña con los
generales Augusto Pinochet y Hugo Banzer, Faura hizo una denuncia golpeadora:
la torre de enfilación (faro de luz) levantada por su Marina en la frontera
sur, cumpliendo compromisos con Chile, era una suerte de traición al Perú.
Junto con una torre ya emplazada por los chilenos, iluminaba la entrega de
63.660 kilómetros cuadrados de territorio marítimo peruano, “al que aspira
Chile sin que haya al respecto ningún tratado o pacto que ampare sus
pretensiones”.
El almirante desconocía, así, el statu quo marítimo, sin
importarle que lo hubiera respetado incluso Velasco. Haciéndolo, introducía una
cuña estratégica en el bilateralismo chileno-boliviano. Si parte principal del
océano que bañaba a Arica era peruano, Pinochet y Bánzer estaban negociando
sobre mar ajeno, con la complicidad de Morales Bermúdez. Fue un anticipo “duro”
del libro que ya estaba escribiendo
.
NADA NUEVO SOBRE EL MAR
Entre 1972-74, Faura integró la delegación peruana a las conferencias de la ONU
sobre Derecho del Mar, que culminaron con la Convención de Mar (CONVEMAR) en
1982. Su jefe diplomático -dato significativo- era el embajador Juan Miguel
Bákula. Juntos impulsaron una posibilidad revisionista para los países con
espacios marítimos colindantes, que se percibían perjudicados en el reparto de
las aguas. A falta de acuerdo previo, éstos podrían impugnar el statu
quo invocando la equidad.
Justo ahí estaba el problema, pues había dos acuerdos previos con rango de
tratados: la Declaración de Santiago (1952) y el Acuerdo de Lima (1954), entre
Chile, Ecuador y Perú. Según sus textos, los límites marítimos
respectivos seguían la línea del paralelo del límite terrestre, siguiendo el
criterio del Presidente-jurista peruano José Luis Bustamante y Rivero. Por
decreto supremo 781 de 1947, ésta había declarado que el límite marítimo
de Perú seguía “la línea de los paralelos geográficos”. En segundo plano estaba
el comportamiento peruano y de terceros, respetuoso de ese límite y los
innumerables actos administrativos y de ejecución de los dos tratados: permisos
de paso, control de transgresiones, sistemas administrativos punitivos y… faros
de enfilación. Era un sistema normativo consensuado y complejo, que se
proyectaba como doctrina del Pacífico Sur.
Ante eso, Faura optó por una elaboración propia. Dictaminó que la legalidad del statu
quosuponía un tratado específico, que definiera los conceptos de mar
territorial, plataforma continental, zona económica exclusiva “y todas aquellas
circunstancias especiales que (…) influyan en sus delimitaciones”. Visto así,
el sistema normativo vigente no calificaba, Era fruto de un “apresuramiento
debido a las circunstancias” y adolecía de “falta de un detenido estudio” (pgs.
162 y 179). En subsidio, estaba el argumento irrebatible del interés nacional
propio: “Emplear como límite el paralelo del punto en que llega al mar la
frontera terrestre, es totalmente desfavorable al Perú”.
En lo propositivo (y con cierta ironía), Faura planteó aprovechar “la estrecha
relación de amistad” entre los gobiernos de Morales Bermúdez y Pinochet, para
negociar ese tratado específico. Su objetivo sería establecer “una línea media
trazada de acuerdo al principio de equidistancia de las costas”, que
graficaba -en un mapa de su autoría- con una bisectriz. Según su cálculo
actualizado, eso suponía 877.088,73 kilómetros cuadrados de incremento del mar
peruano, incluyendo lo que ahora se conoce como “triángulo exterior”. También
previó qué sucedería si Pinochet no se allanaba a negociar: “en caso de
controversias se recurrirá al artículo 33 de la Carta de la ONU u otros medios
y métodos pacíficos de que dispongan”. Entre la panoplia de posibilidades
vigentes, él privilegiaba el arbitraje.
Tres décadas largas después, el equipo peruano en La Haya está ejecutando esas
tesis: ausencia de Tratado fronterizo marítimo específico, reducción de los
tratados de 1952 y 1954 a “convenios pesqueros”, improcedencia del paralelo
como definición de frontera en el mar y “línea media” como elemento de equidad.
Sólo que en vez de negociación o arbitraje, Perú produjo una demanda judicial.
EL ESPÍRITU DE LAS TESIS
El libro de Faura reflejaba el interés nacional peruano de 1929, expresado por
el Presidente Augusto Leguía: mantener la continuidad geopolítica
Tacna-Arica-Chile, evitando una “zona tampón” boliviana que diera mayor
profundidad estratégica al vencedor de la guerra. Quizás Leguía pensaba que así
evitaba la imagen del abandono absoluto de Arica, una de “las provincias
cautivas”.
Por lo mismo, sus tesis “implicaban un conflicto de poderes a propósito –en lo
inmediato- de los Acuerdos de Charaña. Así lo reconoció al decir que no podía
soslayar ese tema, pues las negociaciones entre Bánzer, Pinochet y Morales
Bermúdez se vinculaban “íntimamente” con el mar peruano. Si se llegaba a
materializar un corredor boliviano al norte de Arica, escribió, “Bolivia
pasaría a ser de un país mediterráneo a un país marítimo, enclaustrado entre
dos mares: el mar peruano y el mar chileno”.
Para mitigar aquello, Faura “rectificaba” la propuesta oficial peruana de
una administración tripartita en Arica, con soberanía exclusiva para
Bolivia sobre el mar adyacente. El quería entender que “dicha soberanía se
extiende al sur de la línea media que parte del punto en que llega al mar la
frontera terrestre del Perú y Chile”. Es decir, Chile sólo podría ceder a Bolivia
el mar que Faura no consideraba en disputa.
Tras esta posición subyacía su entendimiento de que Leguía y Carlos Ibáñez
habían pactado la exclusión marítima de Bolivia y no un procedimiento para
resolverle su mediterraneidad. La clave la dio citando, largamente, un ensayo
del internacionalista peruano Alberto Ulloa, según el cual Chile y Perú crearon
con ese tratado un estatuto de “íntima solidaridad”. El mismo que Chile habría
tratado de “administrar”, ejerciendo una “falsa tutela” diplomática.
Puede colegirse que tras las tesis de
Faura había un ánimo de aleccionamiento a Chile. Lo que en diplomacia se conoce
como “retorsión”. Es posible que la elaboración respectiva esté en los
borradores de su libro La mediterraneidad de Bolivia, que alcanzó
anunciar, pero del que nunca más se supo.
DOS PREGUNTAS INCÓMODAS
¿Reflejaban las tesis de Faura un pensamiento castrense homogéneo?
Hay señales de que hubo consenso militar peruano sólo para rechazar la
propuesta de Pinochet-Bánzer. Pero, sobre la “corrección” de la frontera
marítima con Chile no hay noticia alguna. El general Morales Bermúdez en la
Presidencia, ni siquiera la consideró. Por lo demás, su “propuesta
tripartita” cohonestaba el statu quo, pues el eventual mar para
Bolivia se iniciaba al sur del paralelo de la frontera terrestre.
El General Edgardo Mercado Jarrín, ex Comandante General del Ejército, ex
Canciller de Velasco y uno de los geopolíticos más autorizados y prolíficos de
América Latina, tampoco elaboró al respecto y sólo consignó el tema de manera
episódica. En su libro “La revolución geoestratégica” de 2001, le dedicó seis
palabras: “queda pendiente la delimitación marítima fronteriza”.
A mayor abundamiento, el autor tuvo oportunidad de entrevistar a Morales
Bermúdez en 2001, cuando ya constaba el desconocimiento peruano de esa
frontera. Preguntado por su contrapropuesta de 1976, el ex gobernante ni
siquiera mencionó a Faura y sólo aludió a “la presión de Bolivia”. En ese país,
dijo, se había gestado la opinión de que no podía llegar a un acuerdo con Chile
“porque el Perú se lo impedía”.
La otra pregunta incómoda recae sobre el gobierno chileno de la época: ¿Cuál
fue la reacción de Pinochet o de su Cancillería ante las tesis conflictivas?
Aquí lo asombroso es que no hay respuesta. Consta que el libro de Faura fue
comprado por la embajada chilena en Lima y distribuido a dependencias
ministeriales con los respectivos oficios conductores, a fines de agosto de
1977. Sin embargo, no se conoce reacción alguna. No hay huella de intercambios
sobre su contenido, pese a tratarse de la obra de un representante conspicuo
del poder político y militar peruano, que cuestionaba el statu quomarítimo
vigente, en un momento delicado para los tres países concernidos.
¿Es posible que nadie lo leyera?