Holanda
ejemplar
Sabado, 29 de junio de 2013 | 4:30 am
Siempre he sostenido
–no por deformación profesional– que la arquitectura produce los testimonios
que mejor retratan la verdadera identidad de una nación o grupo humano.
Particularmente en los casos de los edificios que conllevan una connotación
simbólica por su importancia pública, su significación política o su valor
tecnológico o artístico (o por la conjunción de esos y otros factores
concurrentes), el “arte de construir” –el baukunst, que en alemán es sinónimo
de arquitectura– suele constituir una metáfora de la compleja realidad
histórica y social en la que habita el ser humano. La reciente reapertura del
Rijksmuseum en Ámsterdam, confirma mi atribución a la importancia de la
arquitectura como un instancia de una elocuencia indiscutible para medir la
calidad social y humana de una nación o una ciudadanía.
Fundado en el año 1800
por un próspero empresario holandés, fue instalado inicialmente en una
localidad cercana a La Haya y, tras deambular por varias instalaciones a lo
largo del siglo XIX, ocupó en 1885 su sede actual, un majestuoso edificio
ecléctico diseñado pocos años antes por el arquitecto holandés Pierre Cuypers.
Al cabo de más de un
siglo de construido había devenido funcionalmente obsoleto y estructural y
constructivamente defectuoso. Conscientes de la importancia que un repositorio
cultural de su categoría tenía para los
ciudadanos de Ámsterdam y la población de Holanda, tanto el gobierno municipal
de su localidad como el del propio Estado tomaron la decisión de proceder a
renovarlo, restaurarlo y reacondicionarlo, a efectos de adecuarlo a las nuevas
condiciones museológicas y turísticas
Realizado el concurso
en dos tramos con un impecable criterio y rigor profesional y democrático, se
otorgó finalmente la responsabilidad de ejecutar el proyecto a los arquitectos
sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz. Concertado el anteproyecto ganador con
sus gestores, al cabo de un sometimiento abierto y transparente a la opinión
pública holandesa, sobrevinieron severas críticas al hecho de que el diseño
propuesto alteraba el tránsito de los ciclistas debajo del portal que atraviesa
el eje central del edificio. Al cabo de ocho años de un intenso y alturado
debate técnico y de múltiples intercambios cívicos, se logró un compromiso que
permitió que prosiguieran las obras, quedando finalmente concluidas a comienzos
de este año.
La renovación del
Rijksmuseum ha deparado a los holandeses un motivo de orgullo que proclaman con
una espontaneidad conmovedora y ejemplar, no obstante la inversión cuantiosa
–cerca de 400 millones de euros– que ha demandado su realización. No solo el
hecho de que en los tres meses transcurridos desde su reapertura haya recibido
ya más de 300.000 visitantes da cuenta de la entusiasta acogida con la que ha sido
recibida por la ciudadanía. Los elogios recabados, tanto en la prensa
holandesa, como en la internacional, corroboran el acierto de haber acometido
una obra que no solo simboliza el altísimo nivel político y cívico de su
nacionalidad, sino la importancia de tratar a los asuntos culturales con un
sentido democrático, profesional y técnico que asegure la concurrencia de los
profesionales mejor calificados para acometer y llevar a buen término
iniciativas sin las cuales los ciudadanos devienen huérfanos de motivaciones
para sentirse identificados con su memoria colectiva y un estimulante sentido
del futuro. Antonio Cruz y Antonio Ortiz han logrado la proeza de alumbrar una
arquitectura nueva dentro de un recinto histórico equilibrando magistralmente
la vigencia de sus antecedentes con una intuición certera respecto al promisor
futuro que espera, sin duda alguna, a una nación tan civilizada y culta como
Holanda.
Frederick Cooper
Nacido en Lima, Perú, en 1939. Estudia arquitectura en la Facultad de
Arquitectura Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería
(1957-1961), que le otorga el título de arquitecto en 1961. Hace estudios de posgrado
en Europa (1963¬-1966).
Instituto de Historia del Arte, bajo la conducción del profesor Giorgio
Carlo Argan. En 1967 inicia su trayectoria académica, ejerciendo la docencia en
la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de
Ingeniería (FAUA-UNI). En 1988, fue designado Profesor visitante del curso de
Arquitectura Colonial Hispánica y Pre-Colombina en el Taller de Diseño de
Arquitectura de la Graduate School of Art, Architecture and Planning de
Columbia University, en Nueva York.
Desde el 2002 a la fecha es Profesor Principal de la Facultad de
Arquitectura y Urbanismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP),
en la que desde entonces enseña Historia de la Arquitectura de la Antigüedad y
Arquitectura Contemporánea. El año 2001 es nombrado Presidente de la Comisión
de Gobierno de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la PUCP, cargo que
detenta hasta el año 2008, en que es elegido su Decano, cargo para el que es
reelegido el año 2011.Ha desempeñado importantes cargos institucionales como
Director de Instituto de Arte Contemporáneo (1966), Director Fundador del
Instituto Nacional de Cultura CIRMB (1974-1975). Centro de Investigación y
Restauración de Bienes Monumentales.
Desde 1967 se ha desempeñado en el Perú y en otros países como promotor y
crítico de la arquitectura, en el Perú, en espacios como la Sección
Inmobiliaria y Construcción del Diario El Comercio (1992-1996) y actualmente
como columnista en el Diario La República. En el extranjero es colaborador del
diario EL PAIS de España, así como de numerosas publicaciones especializadas en
arquitectura y urbanismo.
