miércoles, 20 de marzo de 2013
Clemente XIV era franciscano
La expulsión
de los jesuitas
Miercoles, 20 de marzo de 2013 | 4:30 am
La
elección del primer papa jesuita en la historia ha merecido todo tipo de
comentarios. Sin embargo, poco se ha mencionado la expulsión y posterior
disolución de los jesuitas, a finales del XVIII. En efecto, esta orden registra
alzas y bajas como ninguna otra congregación de sacerdotes católicos.
Comenzando
el siglo XVIII, en España asumió una nueva dinastía: los Borbones, que venían
de Francia. El último rey Habsburgo había muerto sin herederos y hubo una
cruenta guerra por el trono. Dos sobrinos contendieron y finalmente se impuso
el francés. Con esta dinastía llegaron las luces y el despotismo ilustrado, que
dieron pie a un pronunciado reformismo que venía de las alturas. Estos reyes
fueron reformistas y quisieron que España recupere una posición de liderazgo,
que venía perdiendo aceleradamente los últimos cien años.
En
primer lugar, se requería el reino de las luces contra la superstición de los
siglos anteriores. Los Borbones no eran ateos, pero buscaban colocar la razón
como fundamento de la ciencia. En ese sentido, reducían la fe para la
explicación de milagros, pero la verdad debía basarse en el análisis racional,
en la experimentación y en la prueba.
Por
el contrario, los jesuitas de aquella época eran conservadores y además tenían
muchos colegios que educaban a la elite hispanoamericana. De ese modo, si los
reyes querían reformas controladas desde arriba, la formación de las elites era
una prioridad. Ello llevaba al monarca a una contradicción con los jesuitas.
Además,
los Borbones creían que las reformas debían ser de arriba/abajo, sin oposición.
Pero, el antiguo régimen de los Habsburgo estaba lleno de entidades intermedias
que negociaban con la corona. Los
Habsburgo no habían sido centralizados ni piramidales. Por el contrario, en su
época funcionaban poderes locales, gremios, órdenes religiosas y hasta los
indígenas tenían sus instituciones que los defendían. No solo protegían sino
negociaban con la monarquía.
Por
ello, los Borbones se orientaron a combatir a los poderes intermedios. Si se necesitaban
reformas, su aplicación no podía ser transada con los poderes que se buscaba
reformar. Por el contrario, tenían que ser aplicadas en forma tajante.
Así,
los Borbones requerían un choque con la orden jesuita, porque ella era el
vehículo que aglutinaba los poderes locales a escala imperial. Para imponer el
poder absoluto del monarca era preciso sacudirse de los jesuitas y que todos
los demás escarmienten en piel ajena.
Por
su parte, los jesuitas ya habían sido expulsados de Portugal y Francia por las
mismas razones. Era una tendencia internacional y el rey Carlos III de España
firmó la orden de expulsión en 1767. Los jesuitas fueron apresados y conducidos
a los estados pontificios donde quedaron depositados. Pasados apenas seis años,
el papa Clemente XIV disolvió la orden, desapareciendo la congregación de la
faz de la tierra.
La
dispersión definitiva de los jesuitas era fruto de la presión de los reyes
católicos europeos sobre Roma. Ese tema dominó el cónclave para elegir sucesor
del papa Clemente XIII, que había fallecido sin ceder; pero, el nuevo papa
inmediatamente firmó el decreto desapareciendo a la congregación. Por su parte,
la disolución no duró mucho tiempo, porque en 1814, en el contexto de la Santa
Alianza, los jesuitas fueron restablecidos por el papa Pío VII.
Se
ha dicho que el cardenal Bergoglio recibió la sugerencia de adoptar el nombre
de Clemente XV, para ponerse por encima del papa que disolvió su orden. Pero,
en gesto de humildad rechazó esa
propuesta y ha tomado el nombre de Francisco en recuerdo del santo de
Asís, ejemplo perfecto de humildad en el santoral católico.
Ahora
bien, los hechos aceptan una segunda lectura. Resulta que Clemente XIV era
franciscano. Si uno de ellos los disolvió, el primer jesuita que llega a papa
reivindica para sí el nombre de Francisco de Asís. Triunfo completo y tremenda
chiquita para los franciscanos.
Antonio
Zapata Velazco
Antonio Zapata
Velasco es Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Columbia,
Nueva York. Profesor de Historia en la Pontificia Universidad Católica del
Perú, profesor del Postgrado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Investigador Asociado del Instituto de Estudios Peruanos,
especializado en historia contemporánea. Fue director y conductor del programa
de historia “Sucedió en el Perú” del canal estatal peruano. Socialista convicto
y confeso.
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