Lucy Smith: conozca al novio fatal
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20 Junio 2012
La verdad no sé dónde acabará este recorrido de
la vida, talento y misteriosa desaparición de la estrella de la radio que en
vida se llamó Lucy Smith. Desconozco el final porque la historia no termina.
Las revelaciones no cesan y solo cabe ir paso a paso.
El tiempo no se detiene ni con amor ni con oro. Atrás
habían quedado el brindis nocturno con el elenco de su propia empresa
radio teatral. Atrás los abrazos, los últimos, de sus padres allá en la casa de
la calle Leticia. Atrás, también, el fogonazo impío de los reporteros gráficos
que saludaban el paso de los invitados a la fiesta del año nuevo de 1950.
El taxi de Nicolás Rimachi Morales tomaba rumbo a Lima
en las primeras horas de la primera madrugada de 1950, dejando en las afueras
del Country Club de San Isidro un puñado de personas incapaces de dar crédito a
lo que acababan de ver.
La cancionista de bolsillo, la joya más grande de la
radiotelefonía nacional, la más querida, la que reinaba en el hogar de todos,
la inolvidable Lucy Smith… agredida a bofetadas por su novio Carlos Espinoza.
Un tercer hombre que participaba de la discusión se había alejado a buscar
un taxi y cuando volvió a la escena, a bordo del automóvil de Rimachi
Morales, ambos, Lucy y el novio, habían rodado a consecuencia del forcejeo y
tuvieron que abordar al automóvil con ayuda.
En sus primeras declaraciones a la policía, en la comisaría
de Orrantia, el novio sostuvo que estaba medio dormido, pero el taxista aseguró
que la discusión y los reproches prosiguieron pues los escuchaba junto al
sonido inconfundible de prendas de vestir desgarradas al compás del forcejeo
mutuo. Más todavía, Rimachi aseguró que al momento de sentir el impacto de la
caída de Lucy, volteó y vio la portezuela abierta y al supuesto novio durmiente
de pie y con el rostro absolutamente crispado.
Explicaciones inaceptables
Creo que de todos los dolores ninguno como el de la
familia. Juana Aríñez de Smith, madre de Lucy, insistió en encarar al novio
Carlos Espinoza, horas después y conocido el trágico desenlace. El diálogo
trascendió y los tigres de Ultima Hora, diario en sus meses iniciales, lo
hicieron público. Todavía se vivía el primer día de 1950 cuando la madre de
Lucy encaró al Carlos Denny Espinoza Zapata en la comisaría de Orrantia.
- ¿Por qué ordenó usted al chofer que los
condujera a la avenida Tacna?
- Señora, yo estaba confundido,
quería llevarla a casa de mi familia
En efecto Carlos Espinoza vivía en la calle
Ocoña y el instinto materno puso en guardia a la madre de Lucy, que
en medio del incontenible dolor empezó a maliciar contradicciones y
omisiones inaceptables en la versión de Carlos Espinoza.
- Entonces… ¿usted ya sabía que mi hija se encontraba mal?
Esa simple expresión quebrada de dolor maternal no
tuvo respuesta. Solamente el silencio decidor. La señora Juana Aríñez encaró
nuevamente al novio evasivo, contradictorio, el novio pegalón y letal.
- ¿Porqué no llamó inmediatamente a casa como era su costumbre cada vez
que
quería consultarme algo?
- Me confundí señora. Al ver que
las cosas eran tan graves la llevé a la asistencia
de la calle Washington. Allí le hice dar
algunas tomas para que reaccionara
- ¿Y por qué no llamó usted a casa desde
la Asistencia?
- No se me ocurrió
Increíble. Inaceptable. Ni la señora Juana Ariñez de
Smith ni nadie podía entender semejante indiferencia encubridora
- ¿Tampoco se le ocurrió llevarla a la Clínica Americana
que estaba más cerca?
- En ese momento no recordé la Clínica
Americana ni otra cualquiera. No creí que el accidente fuera de gravedad
Esta conversación crucial fue recordada más de un mes
después, cuando tanto el novio Espinoza como el chofer Rimachi gozaban ya de
plena libertad. El caso volvió a ser materia de investigación a mediados de
febrero pues las tesis del suicidio o el accidente involuntario estaban
saturadas de contradicciones.
Pero en ese tenso instante, el del tenso diálogo del
primer crepúsculo de 1950, no había tiempo sino para afrontar las
estaciones habituales de la pérdida, momentos que nosotros mismos ya hemos
recorrido en esta crónica por episodios. El dolor múltiple, el entierro
multitudinario. El calor de pueblo, el discurso de los directivos de Radio
Central, la emisora de la calle Belén, y las palabras de los
representantes de Radioteatro Smith. El cortejo interminable, el responso, el
múltiple pésame, las flores regadas por doquier.
De pronto sonó el teléfono
Y luego el silencio, la casa vacía, la
permanente presencia de la estrella ausente que en vida se llamó Lucy Smith.
Nada, nadie. Solamente el silencio aguardaba a la familia Smith Aríñez tras
la desgarradora partida de Lucy. Igual de solos hoy, igual de solos mañana.
Solos y despojados, un día tras otro.
Hasta que sonó el teléfono en la casa de la cuadra dos
de la calle Leticia. Era media tarde, según habría de recordar más adelante don
Eduardo Smith. Era media tarde, habían transcurrido algunos días del funeral,
días de vacío y duda que fueron remecidos por el teléfono la tarde de esa
tarde. Al otro lado del auricular había una voz femenina que, ante todo, quería
asegurarse de estar hablando con el padre de la desaparecida Lucy Smith.
La voz femenina hablaba al teléfono con
determinación. Aseguraba que don Eduardo Smith y su familia habían cometido un
grave error al creerle al novio Carlos Espinoza. No quiso identificarse la voz
femenina. Poco después y ante los tigres del periodismo, esta vez de la Tercera
de la Crónica, don Eduardo Smith habría de recordar que la llamada lo
impactó mucho.
Y fue el inicio de otras llamadas similares que
dejaban indicios de cosas ocultas y movieron a don Eduardo Smith y sus hijos a
llevar adelante una investigación exhaustiva por su propia cuenta. Y los
indicios telefónicos se fueron confirmando. Así supieron que Carlos Espinoza
había abofeteado a Lucy antes de abordar el taxi de Nicolás Rimachi. El
concesionario del bar en el Country Club, Aldo Gubbins, aseguró que
Carlos Espinoza no había tomado mucho y Lucy no había bebido casi nada, como
era su costumbre.
Fue desconcertante descubrir que tras el supuesto
accidente, Carlos Espinoza le ordenó al taxista Rimachi llevarlos a su casa de
la calle Ocoña y fue ahí que el conductor del taxi se le plantó y le dijo que
en todo caso la llevarían a la Asistencia Pública. El propio Nicolás Rimachi
Morales, agobiado por el peso de su conciencia, se había acercado la tarde del
primer sábado de febrero a la calle Leticia a contar estos detalles.
Lucy con nombre cambiado
Pero lo que el padre de Lucy no podía entender eran
las razones del novio para inscribir a Lucy en el centro de salud con otro
nombre. Incrédulos, don Eduardo y sus hijos acudieron a revisar los registros
de admisión de la Asistencia Pública y descubrieron que Lucy Smith había
sido registrada como Lucía González. Carlos Denni Espinoza Zapata, el novio
fatal, había estado mintiendo de principio a fin.
Las investigaciones se llevaron a cabo en un contexto
en el que las primeras planas de los diarios aludían al juzgamiento a los
apristas, perdón, a los terroristas apristas involucrados en el motín del
Callao. Los titulares afirmaban que un fiscal de Nueva York aseguraba los
vínculos entre Haya de la Torre, el APRA y el narcotráfico. En verdad, faltaban
un par de semanas para el asesinato del líder Luis Negreiros. Casualmente la
persona que desvistió a Lucy y le puso la mortaja fue su colega César
Negreiros, acaso pariente del mártir aprista. Coprotagonista de algún
éxito radioteatral, Negreiros dejó un testimonio determinante, asegurando
que el cuerpo de Lucy y su vestimenta no tenían huella alguna de haber rodado.
Solo heridas en la cara, solo el velo de la injusticia…