miércoles, 28 de agosto de 2013
Episodio del Cautiverio de Tacna
Los arrayanes y claveles de los huertos de Tacna
jamás lo olvidan
El día 28 de agosto de 1929 amanece en Tacna y las
campanas en todas las torres repican al vuelo, a rebato, a júbilo; durante toda
la mañana, mientras en la Plaza de Armas el pueblo se abraza, cae de rodillas,
llora de alegría, hay una pena inmensa oculta, secreta e impalpable.
Cincuenta años cautiva había permanecido esta
provincia con una fe inquebrantable de cuál era su pertenencia, su filiación y
su promesa; fe legada de padres a hijos, soportado mil sinsabores y sacrificios
por la cautividad.
Federico Barreto no vivió ese día siendo uno de sus
adalides, no estuvo en su tierra nativa. El día en que se reincorporada su
tierra al seno de la patria, el Perú, que fue su llama votiva y su desvelo, el
destino no le deparó esa dicha, como le privó de tantas y tantas otras
complacencias.
¿Dónde estaba? Envuelto en un gabán miraba con la
misma pena por la ventana los paisajes, mientras el tren corría bordeando el
mediterráneo. Suspiró por su tierra natal, pensando en volver cualquier día.
Tenía los nervios destrozados. Escribió días antes el poema “Delirius tremens”,
Desde que tuvo la edad de ejercer su ciudadanía Tacna estaba ocupada bajo una
bota militar.
Había una pena inmensa entre las muchas penas
invisibles que se deslizaban esa mañana del 28 de agosto de la reincorporación
de Tacna al Perú. Era por el poeta heroico, combativo,
inclaudicable. Por aquel
imbuido de mística santa. Ríspido, lleno de honda amargura. Era esa melancolía
en medio de la fiesta por aquel que ahora estaba lejos, pero cuyo destino
estaba tan ligado al de Tacna y al de una fe inquebrantable que pocas personas
y pocos pueblos en el mundo pueden ostentar, como él y como Tacna lo exornan
para gloria del género humano.
Cincuenta años de una vida ciudadana marcada por el
infortunio y el dolor. La amargura de ver a su tierra amada, “Mi madre” –decía
él– y que lo vio sojuzgada y nunca libre.
Al exhalar su último suspiro estaba en su alma esta
tierra. Los arrayanes y claveles de los huertos de Tacna jamás lo
olvidan. Son sus garantes los ficus que aquí velan su majestuoso reposo. Su
campiña de hondo sol y las campanas que repican en cada amanecer nos recuerden
siempre su fe adorable.
LA PROCESION DE LA BANDERA
(Episodio
del Cautiverio de Tacna)
Federico
Barreto
Tacna y Arica
–lo mismo que Alsacia y Lorena– han sido teatro durante su largo cautiverio de
episodios interesantísimos que han hecho proverbial en todas partes el
patriotismo inextinguible de los hijos de aquellas provincias.
Desgraciadamente, en el Perú no ha habido un escritor que –a semejanza de
Alfonso Daudet en Francia– haya eternizado esos sucesos en el libro para
ejemplo de las generaciones venideras y también para honra y gloria del país.
Yo, que he
nacido en Tacna y que he pasado allí mi niñez y parte de mi juventud, he sido
testigo presencial de esos episodios que recuerdo siempre con orgullo. Un
compañero de labores periodísticas me pide que narre alguna de esas anécdotas,
y accedo a la demanda, a sabiendas de que mi relato no producirá en el ánimo de
las personas que lo lean la honda impresión que sacudió mi espíritu cuando vi
desarrollarse ante mis ojos la inesperada y conmovedora escena que voy a
referir.
Ocurrió el caso
en 1901. Era por entonces Intendente accidental de Tacna el general don Salvador
Vergara, hombre impresionable y receloso que durante su breve administración
mantuvo siempre sobre las armas, lista para cualquier evento, a la guarnición
militar que se hallaba a sus órdenes, como si esperara que un enemigo invisible
atacara la plaza de un momento a otro.
Una institución
tacneña muy antigua y muy prestigiosa: La Sociedad de Auxilios Mutuos "El
Porvenir", quiso un día hacer bendecir en la iglesia parroquial un
magnífico estandarte de seda, bordado en oro; pero, como en aquellos días habían
prohibido las autoridades chilenas exhibir banderas peruanas en la ciudad, fue
menester enviar una misión de socios a la intendencia a recabar el permiso
correspondiente. La negativa del general Vergara fue rotunda.
– No quiero
banderas en las calles –dijo–. Provocan manifestaciones patrióticas y esas
manifestaciones dan origen a contramanifestaciones que ponen en peligro el
orden público.
Y no hubo medio
de hacerle variar la resolución
Días después,
ya en vísperas del 28 de julio, la Sociedad "El Porvenir", que
deseaba celebrar de alguna manera el día de la patria, volvió a solicitar el
permiso deseado, y el Intendente volvió a denegarlo.
– Lleven el
estandarte a la iglesia en una caja –dijo– y en la misma forma vuelven con él
al local de la Sociedad. Así nos ahorramos un conflicto.
Insistió la
comisión, alegando que en Tacna todas las colectividades extranjeras, incluso
la China, enarbolaban su bandera cuando les placía y que no era justo que sólo
los peruanos que estaban en suelo propio, se viesen privados de esta libertad.
Una idea
extraña, sabe Dios de qué alcances posteriores, debió cruzar en ese momento por
el cerebro del general Vergara, pues, cambiando repentinamente de tono, dijo:
– Tienen
ustedes el permiso que solicitan; pero con la condición de que me garanticen,
bajo responsabilidad personal, que al conducir la bandera por las calles, el
pueblo peruano no hará manifestación alguna de carácter patriótico. Exijo,
desde luego, de un modo concreto, que no haya aclamaciones, ni vivas, ni vivas,
ni el más leve grito que signifique, ni remotamente, una provocación para el
elemento chileno.
Los miembros de
la comisión se miraron un tanto desconcertados, estimando, sin duda, demasiado
aventurado el compromiso que se le imponía; pero, resueltos a todo, lo
aceptaron, poniendo así en grave riesgo su responsabilidad.
– Está bien
señor Intendente– dijo uno de ellos hablando por todos–. No se oirá un solo
grito en las calles durante la procesión del estandarte.
Al día
siguiente los diarios peruanos, a la vez que daban a conocer al público el
grave compromiso contraído por la comisión, recomendaban eficazmente a los
hijos del lugar que el día de la fiesta honraran con su actitud la palabra
empeñada al mandatario de la provincia.
Los aprestos
para la gran ceremonia, que debía realizarse una semana después, en el día de
la patria, comenzaron desde luego con toda actividad en medio de la más intensa
expectación pública.
La institución
encargada de organizar el programa –conocedora del carácter altivo y rebelde de
la gente de Tacna– abrigaba el íntimo temor de que la fiesta acabara en
tragedia. Un viva al Perú, contestado con un viva a Chile, podía convertir las
calles de la ciudad en un campo de batalla. En medio de esta incertidumbre,
llegó, por fin, el 28 de julio.
En las primeras
horas de la mañana, más de 800 miembros de la Sociedad "El Porvenir"
condujeron a la iglesia de San Ramón -la principal de Tacna- el estandarte que
había de bendecirse. Esta traslación se realizó, intencional mente, por calles
poco concurridas, a fin de evitar, en lo posible, que la hermosa bandera fuese
conocida por el vecindario antes de la ceremonia.
Comenzó ésta a
las 10 con el concurso de casi la totalidad de la población peruana.
Las tres naves
del templo estaban materialmente repletas de gente. Afuera, en el atrio y en
las calles adyacentes, una multitud incontable aguardaba, impaciente, el fin de
la fiesta religiosa para escoltar la bandera del cautiverio.
En el altar
mayor oficiaba, auxiliado por dos diáconos, el cura vicario de la parroquia,
doctor Alejandro Manrique -antecesor del célebre cura Andía, que poco después
sacrificó su vida en servicio de la Patria.
Bendíjose el
estandarte, cantóse un Te Deum solemne, y en seguida el vicario subió al
púlpito y habló a la enorme concurrencia, exhortándola a mantener siempre
latente en el alma el amor a Dios y a la Patria; a soportar con entereza las
amarguras del cautiverio y a confiar sin desmayo en las reparticiones
justicieras del porvenir.
Esta oración,
intitulada "La Cruz y la Bandera" conmovió intensamente al auditorio.
Terminada la
ceremonia la concurrencia comenzó a abandonar el templo y a engrosar el inmenso
gentío que se agitaba, imponente, en los alrededores.
Al último,
cuando ya no quedaba nadie en el interior de la iglesia, apareció en la puerta,
sostenida en alto, hermosa y resplandeciente como nunca, la bandera blanca y
roja del Perú.
Y entonces, en
aquel instante solemne, ocurrió allí, en la calle llena de sol y apretada de
hombres, mujeres y niños, de toda condición social, algo inesperado y
grandioso; algo que no olvidaré nunca; algo que me hizo experimentar una de las
emociones más hondas de mi vida.
Apareció el
estandarte en la puerta del templo, y las diez mil personas congregadas en el
atrio y en las calles inmediatas se agitaron un momento y luego, sin previo
acuerdo, como impulsados por una sola e irresistible voluntad, cayeron, a la
vez, de rodillas extendiendo los brazos hacia la enseña bendita de la Patria.
No se oyó una
exclamación, ni una sola exclamación ni el grito más insignificante. Sellados
todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de
aquel silencio extraño y enorme que infundía asombro y causaba admiración, la
bandera, levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquel océano
de cabezas descubiertas.
Y pasó la
bandera y detrás de ella, como enorme escolta, avanzó el pueblo entero, y
aquella procesión sin música ni aclamaciones siempre en silencio, siempre majestuosa-
recorrió, imponiendo respeto y casi miedo, los jirones más céntricos de la
ciudad cautiva.
En una
bocacalle, un antiguo soldado del Campo de la Alianza, un hombre del pueblo
invalidado por un casco de metralla se abrió paso, como pudo por entre la
compacta muchedumbre, aproximándose al estandarte} besó con unción religiosa
los flecos de oro de la enseña gloriosa. Y un enjambre de niños imitó luego al
viejo soldado. Y ante aquel espectáculo, a la vez sencillo y sublime, tuve que
apretar los ojos para contener las lágrimas.
Al paso del
cortejo -en el cual el gentío parecía transfigurado por el dolor y el
patriotismo- los transeúntes se descubrían pálidos de emoción y hasta los
oficiales y soldados chilenos, visiblemente impresionados, levantaban maquinalmente
la mano a la altura de sus gorras prusianas en actitud de hacer el saludo
militar.
Hace largos
años que presencié este episodio. En el tiempo transcurrido hasta ahora,
sucesos de toda índole han impresionado fuertemente mi espíritu; pero ninguno
lo repito -ha dejado huella más honda que éste en mi corazón.
Ahora, al evocarlo después de tanto tiempo, pasan
por mi memoria otras anécdotas patrióticas ocurridas en nuestras provincias
irredentas, y mi ánimo se conforta y crece mí confianza en la salvación de esos
pueblos, dignos mil veces de un gran porvenir, y siento orgullo, grande y
legítimo orgullo de haber nacido en Tacna.
jueves, 22 de agosto de 2013
DESACELERACION
El Perú no es una isla
Jueves, 22 de agosto de 2013 | 4:30 am
¿El Perú
vive una crisis económica? No como la del 2009 en la que el crecimiento
económico bajó de 9% a 0,9%, las inversiones se retrajeron, los capitales
fugaron, la exportaciones disminuyeron, los ingresos fiscales se redujeron, el
nivel de empleo descendió. El Perú actual no sufre una crisis de recesión de la
economía como entonces, pero experimenta una desaceleración que puede culminar
en una recesión. Ese es un escenario que los neoliberales se niegan a ver como
posible.
¿Por qué
se produjo la crisis en el 2009? El crecimiento económico del Perú del 2001 en
adelante, como el de muchos países de AL, reposa en la demanda de materias
primas y en los altos precios de las commodities. Este es el secreto del
llamado milagro económico peruano. No es obra del modelo neoliberal como creen
nuestros neoliberales criollos. Con una demanda sostenida y con precios por las
nubes de las materias primas cualquier modelo económico tiene “éxito”. El
desempeño neoliberal en la década 1990-2000 fue mediocre, menor que el de AL
entre 1945-70 (cuando existía otro modelo económico) que, en promedio, estuvo
por encima del 5%.
La
economía peruana no tiene motor propio para funcionar. Los principales motores
que la ponen en movimiento están fuera: USA, Europa, China. Si uno de los
motores se apaga, como sucedió con la crisis del capitalismo estadounidense en
el 2008, la economía peruana sufre sus efectos. El Perú pudo salir rápido del
escollo porque Europa y China siguieron funcionando como motores y porque tenía
y tiene recursos suficientes (acumulación de divisas, deuda externa manejable,
ingresos fiscales más o menos suficientes, etc.) para enfrentarla.
La larga
crisis europea no nos ha afectado tanto como la estadounidense. ¿Pero qué va a
pasar en el Perú ahora que la crisis del capitalismo ha llegado a China? A
Krugman le “preocupa que China no sepa cómo aminorar el paso, que sea una
economía bicicleta que se caerá si deja de moverse. Y, por supuesto, he
sostenido –dice– que quedarse sin campesinos dispuestos a aceptar sueldos bajos
crea una pared” contra la cual choca la bicicleta. China ha decidido
bajar su crecimiento a 7,5% y eso trae algunas consecuencias en las
exportaciones y en los precios de las commodities.
Krugman
hace algunos cálculos: “Supongamos –dice– que la economía de China experimenta
una desaceleración de 5% respecto a su tendencia. Las importaciones caerían más
que esto; las estimaciones típicas de la “elasticidad de ingreso” de las
importaciones (el cambio porcentual generado por un cambio de 1% en el PIB,
manteniendo todo lo demás constante) son de alrededor de 2. Entonces, podríamos
estar viendo una caída de 10% en las importaciones chinas; un impacto adverso
para el resto del mundo de una décima parte de 3%, o 0,3% del PIB. No es nulo,
pero tampoco catastrófico”.
El impacto
en los precios de las commodities es más importante: “China es un consumidor
importante de materia prima (por ejemplo, aproximadamente 11% del consumo de
petróleo del mundo). Una caída drástica en la demanda china podría llevar a
disminuciones importantes en el precio de las ‘commodities.’ Entonces, el
impacto sobre la bicicleta (china) podría ser más importante para los países
que venden materia prima, ya sea a China o no, que para los exportadores de
China” (LR, 5-8-13). Si esto es así, ¿por qué los políticos neoliberales
se niegan a ver la inminencia de la crisis de la economía peruana?
Sinesio
López Jiménez
Doctor en Sociología por la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos (UNMSM), con estudios completos de doctorado en U. De París. Profesor
principal de la Facultad de Ciencias sociales de la PUCP y de la Facultad de
Ciencias Sociales de la UNMSM, investigador del CISEPA. Miembro del Comité
Asesor de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la PUCP y Coordinador
de la especialidad de Política Comparada de la maestría y del doctorado en
Ciencia Política en la misma universidad.
Se ha especializado en teoría política, política comparada,
democracia y ciudadanía. Ha sido coordinador de la maestría en Ciencia Política
de la PUCP y de la maestría en Sociología, consultor de la Presidencia del
Consejo de Ministros, 2000-2001, asesor de la Comisión de Reforma
Constitucional del Congreso, 2001-2002, Director de la Biblioteca Nacional del
Perú (BNP), 2001-2006, ex-Director de Libros y Artes, revista de cultura de la BNP y ex -integrante del Comité Consultivo del PNUD en el Perú.
Es autor de los libros El Dios Mortal, Ciudadanos Reales e
Imaginarios, Los tiempos de la política, coautor de varios libros de sociología
y política y ha escrito muchos artículos y ensayos de su especialidad
publicados en el Perú y en el extranjero. Actualmente es columnista del diario
La República.
lunes, 19 de agosto de 2013
Ha sido esta una década perdida para reducir la vulnerabilidad
Más allá de la maldición de los recursos
Lunes,
19 de agosto de 2013 | 4:30 am
Existe una amplia literatura económica que habla de una
maldición para quienes poseen abundantes recursos naturales, tales como
petróleo, minerales y productos agrícolas: éstos tendrían un menor crecimiento
económico que quienes no los poseen. A lo que se agrega una acentuación en la
desigualdad en la distribución del ingreso.
Uno de los males consiste en que
la abundante entrada de divisas lleva a una sobre oferta de dólares y, por
tanto, a un dólar barato. Por lo mismo, los bienes importados bajan de
precio, perjudicando a la industria nacional y desincentivando nuevas
inversiones. Esta es la “enfermedad holandesa”, por lo que pasó en ese país
cuando se descubrieron grandes yacimientos de petróleo.
Otro mal es el “rentismo”: los
gobernantes se acostumbran a recibir “facilito” los dólares de las actividades
extractivas, generando “pereza fiscal”: disminuye la preocupación en
recaudar los impuestos necesarios (se contentan con lo que tienen). Y estos
grandes ingresos generan adicción: los gobiernos incentivan la entrada continua
de inversiones en recursos naturales para mantener el statu quo.
Otra característica es que la poca
transparencia es el caldo de cultivo de la corrupción. Esto no solo genera
inequidad sino un gran malestar social. Por ello, a principios de este milenio
se creó la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas, que
reúne a gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil con el
objetivo de “transparentar” y monitorear los pagos de impuestos que realizan
las empresas. El Perú es miembro pleno del EITI desde hace dos o tres años.
Sin embargo, hay quienes afirman
que la existencia de todos estos males no lleva, necesariamente, a la
maldición. Así, Paul Collier, economista de la Universidad de Oxford, dice en
su último libro “El Planeta Devastado” (Oxford University Press, 2010): “la maldición
de los recursos naturales está limitada a los países que tienen una gobernanza
débil”. Por gobernanza se entiende un marco institucional que impida las malas
prácticas y la “pereza fiscal”, lo que va de la mano con políticas económicas y
monetarias que, por ejemplo, impidan la apreciación de la moneda (ahí sí
estamos en falta).
Si esto se hace, no habría la tal
maldición. Más bien, nos debería interesar construir esa buena “gobernanza”, al
mismo tiempo que esas “buenas” políticas económicas y monetarias. ¿Así de
fácil?
No, porque incluso la aplicación
de lo señalado se desarrolla en un ámbito muy distinto al de los impactos
directos e indirectos en el medio ambiente y, también, en las poblaciones
directamente afectadas. Así, por ejemplo, la construcción de una represa en la
amazonía puede tener buena “gobernanza” pero muy malos impactos ambientales y
sociales. Esta esfera, entonces, necesita una “gobernanza” ad hoc, como, por
ejemplo, la consulta previa a las comunidades originarias y, también, la preservación
de la biodiversidad amazónica. El Perú está retrocediendo en este terreno.
Pero falta más. La dependencia en
la exportación de unas pocas materias primas genera “vulnerabilidad externa”.
Si disminuyen sus precios, bajarán los ingresos de divisas por exportaciones y,
también, las utilidades de las empresas (eso reduce el canon minero y provoca
las protestas que hoy vemos), lo que reducirá los ingresos fiscales: tendremos
balanza comercial negativa, dólar al alza y déficit fiscales.
¿Suena conocido? ¿Alguien escuchó
hablar de “vacas más flacas” o “menos gordas”? Justamente por eso hay que ir
más allá de las dos “gobernanzas” señaladas. Se trata de diversificar la base
productiva y las exportaciones para reducir la excesiva dependencia en las materias
primas. Es lo que han hecho los países asiáticos, a partir de políticas activas
del Estado.
Han pasado diez años con viento a
favor (y no se aprovechó ese lapso para cobrar un impuesto a las
sobreganancias) pero el 75% de las exportaciones del Perú sigue siendo materias
primas. Se pudo hacer mucho en este periodo, pero se prefirió el facilismo del
“piloto automático”. ¿Ha sido esta una década perdida para reducir la
vulnerabilidad? Sí.
No hay, entonces, maldición
inevitable de los recursos naturales. Se necesitan buenas “gobernanzas”
y, también, políticas que reduzcan la vulnerabilidad externa e impulsen la
transformación de la base productiva (allí se insertan el gasoducto del sur y
el polo petroquímico, que saldrán, ¿para las calendas griegas?). De eso
carecemos hoy.
Humberto Campodónico
Humberto Campodónico |
Estudió Ingeniería
Industrial en la Universidad Nacional de Ingeniería. En 1977 obtuvo el Magíster
en Desarrollo Económico en la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne. A su
regreso al Perú, trabajó en el Instituto Nacional de Planificación.
Desde 1978 es catedrático en la
Facultad de Economía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde
obtuvo el cargo de decano en el 2010.
Se desempeñó en el Centro de
Estudios y Promoción del Desarrollo (DESCO) y en la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL), como investigador desde 1984 y como asesor
en 2001 y 2002 respectivamente.
Fue asesor de Ollanta Humala,
presidente electo por las elecciones generales del Perú de 2011. Recientemente
fue designado como presidente de Petroperu.
sábado, 17 de agosto de 2013
LA HERMANDAD MUSULMANA
Sábado 17 de agosto del 2013 | 00:09
En 1952, la Hermandad Musulmana (HM) –un grupo islamista
fundado en 1928 cuyo objetivo era establecer un régimen fundamentalista en
Egipto– coincidió por primera vez con un grupo de egipcios laicos cuando
jóvenes del ejército del país, liderados por Gamal Abdel Nasser, derrocaron a
la monarquía del Rey Faruk, servil a los intereses de Gran Bretaña.
La alianza islamista-militar fue
coyuntural y breve, pues una vez que Nasser se consolidó en el poder creando la
república árabe de Egipto, gobernada desde entonces y hasta el 2011 por
militares (sus sucesores fueron Sadat y luego Mubarak), la HM se resintió ya
que no se les otorgaba cuotas de poder y se declararon enemigos del proyecto
nacionalista y socialista de Nasser y luego de un intento de asesinarlo, la organización
islamista fue declarada ilegal, se detuvo a sus principales dirigentes y muchos
de ellos fueron torturados o asesinados.
Ariel Segal |
Gradualmente, la HM cambió su estrategia violenta por la
de utilizar sus escuelas religiosas y mezquitas para ofrecer educación gratis y
caridad a los sectores más pobres de la población, de manera que cuando cae la
dictadura de Mubarak en 2011, y se presenta como partido político a las
primeras elecciones de país, es la única organización conocida, organizada y
eficiente en asistencia social, y fue esto último, y no el islamismo, lo que le
permitió ganar, estrechamente, las elecciones presidenciales.
El intento del expresidente Mursi de
apoderase de todas las instituciones del estado para islamizarlas, ocasionó el
golpe que lo derrocó. Los excesos del ejército contra simpatizantes de la HM –
que podrían provocar, como en la época de Nasser, su crecimiento y
radicalización–, así como la reciente renuncia del vicepresidente del gobierno
de transición, Mohamed el-Baradei, premio Nobel de la Paz 2005, son referencias
que están en la otra esquina para evitar que se imposibilite la reapertura del
camino democrático.
Ariel Segal,Opina.21
arielsegal@hotmail.com
arielsegal@hotmail.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)