PRÓXIMO CAMPEONATO RELÁMPAGO ORGANIZA ESCUELA DE CONTROL DE TIRO, MES DE JUNIO (FECHA POR CONFIRMAR)

37º ANIVERSARIO (05-03-16)

"JUNTA DIRECTIVA 79 ALFA - ACTIVIDADES 2016

"EL PERUANO DEL MILENIO"

"EL PERUANO DEL MILENIO"
"SEGUID SU EJEMPLO"

"DIA DEL CALDERISTA 2015"

XXXVI ANIVERSARIO 79 ALFA

79 ALFA INICIARÁ ACTIVIDADES 2015

B.A.P. TACNA

"DÍA DEL CALDERISTA NAVAL"

A 135 AÑOS DEL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS

8 de octubre 2014 en el Dueñas

UN SOLO NORTE LA INTEGRACIÓN

UN SOLO NORTE LA INTEGRACIÓN
8 DE OCTUBRE. CONMEMORANDO UN ANIVERSARIO MÁS DEL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS

BODAS DE CORAL 79 ALFA, MARZO 15 DEL 2014

"EL MAR DE GRAU"

"EL MAR DE GRAU"

"34º ANIVERSARIO 79 ALFA"

SABADO, 08-09-12, J.D. PLANIFICO AGENDA PERIODO 2012-2014 /// "BODAS DE CORAL" 05-03-2014

CENTENARIOS EN EL ORBE

Lunes, 5 de Marzo de 1979

Lima

"BITACORA DE LA 79 ALFA"

AGENDA CENTENARIO 79 ALFA - / Recuerda: "A la Promoción no le falles //////////////////////////ENLACES DEINTERES’http://webstats.motigo.com/sid=4787426http://www.reporterodelahistoria.com/...http://www.wikio.es/sources/promocioncentenario79alfa.blogspot.comhttp://www.universidadperu.com/SECRETOS DE LOS INCAS http://video.google.com/videoplay?docid=6048520804508116357#PORTADAS DE DIARIOS Y REVISTAS http://www.adonde.com/noticias-peru/diarios-lima.php..PORTAL DE LA MUSICA PERUANA http://eruizf.com/musica/canciones_de_felipe_pinglo.html GUERRA DEL PACIFICOhttp://gdp1879.blogspot.com/ RADIOS ON LINE SUDAMERICA http://www.raddios.com/buscar.php?pageNum_buscar=4&totalRows_buscar=83&pais=peru&orden=rand() II GUERRA MUNDIAL DOSSIER http://www.exordio.com/1939-1945/prologo.html http://mochiladejaime.blogspot.com/ CAMPAÑA DE LA BREÑA http://www.fotolog.com/velasquismo/16397099/ http://www.elsnorkel.com/2013/08/listas-para-el-combate-armas-submarinas.htmlCèsar Abraham Vallejo Mendoza.Santiago de Chuco, Perú, 16 de marzo de 1892 - París, Francia, 15 de abril de 1938. "YA VA A VENIR EL DIA ....... PONTE EL ALMA

martes, 28 de enero de 2014

EL FALLO EN IMÁGENES

Embajador Manuel Rodríguez Cuadros
Doctores Pellet y  Wagner











viernes, 24 de enero de 2014

EL ALMIRANTE PIONERO: Vicealmirante AP (+) Guillermo Faura Gaig


Hace tres décadas el vicealmirante escribió un libro en el que documentalmente demostró la inexistencia de límites marítimos. Junto con el embajador Juan Miguel Bákula, tendría un papel clave en el desarrollo de los acontecimientos que derivaron en la demanda del Perú contra Chile ante la Corte de La Haya.
Ángel Páez
Hace 36 años, el primero en fundamentar y plantear la necesidad de fijar los límites marítimos entre Perú y Chile fue el vicealmirante Guillermo Faura Gaig (1918-2004). En un libro que firmó exactamente el 30 de mayo de 1977, El mar peruano y sus límites, Faura advirtió que para Chile no había nada que discutir al respecto y recomendó que Perú debía recurrir a la Corte de La Haya, como una de las principales opciones. Incluso los especialistas chilenos en el tema reconocen que la representación peruana que sustentó la demanda ante la Corte Internacional de Justicia recoge varios de los planteamientos que formuló el vicealmirante Faura. Pero en el país poco o nada se habla del aporte sustantivo del alto oficial de la Marina.
"Raro olvido el de Faura", escribió el diplomático y periodista José Rodríguez Elizondo: "Tres décadas largas después (de la publicación de su libro), el equipo peruano en La Haya está ejecutando esas tesis (de Faura)".
Vicealmirante AP (+) Guillermo Faura Gaig
En el documentado, prolijo e incisivo libro El mar peruano y sus límites, que publicó con su propio peculio, Guillermo Faura demandó al gobierno la definición de la frontera marítima. Lo hizo en el contexto del Acuerdo de Charaña, suscrito por los presidentes de Bolivia, el general Hugo Banzer, y de Chile, Augusto Pinochet, el ocho de febrero de 1975, que buscaba una salida al mar para el país altiplánico. Pero necesitaban la conformidad del presidente del Perú, general Francisco Morales Bermúdez.
"Las noticias de prensa y declaraciones oficiales dan cuenta de la estrecha relación entre los gobiernos militares de nuestro país (general Francisco Morales Bermúdez) y de Chile (general Augusto Pinochet) que permitiría el diálogo y conversaciones que lleguen a dar una solución justa y equitativa al asunto", escribió Faura: "El interés de la Nación por encima de cualquier otra consideración, reclama corregir nuestra delimitación marítima".
Desde esa época, Chile  afirmaba que los acuerdos suscritos con Perú –la Declaración sobre Zona Marítima, de 1952, y el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima,  de 1954– expresaban el reconocimiento de la delimitación marítima existente. Valiéndose de documentos oficiales de ambas naciones, Guillermo Faura escribió: "(Los acuerdos de 1952 y 1954) no constituyen un pacto, convenio o tratado de los límites marítimos". En consecuencia, el Perú debía demandar a Chile un acuerdo definitivo al respecto.
EL APOYO DE BÁKULA
El historiador Antonio Zapata destacó el papel pionero del vicealmirante Guillermo Faura respecto a los planteamientos que ahora el Perú sustenta ante La Haya. "Faura escribió el primer libro peruano que plantea el tema de la frontera marítima con Chile. Faura conocía hondamente el caso porque fue parte de la representación peruana ante la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que se inició en diciembre de 1973. Junto con Faura participó el embajador Juan Miguel Bákula, que tendría una función clave en el desarrollo de los acontecimientos que derivaron en la demanda del Perú contra Chile ante La Haya", dijo Zapata.
Embajador Juan Miguel Bákula
El ex comandante general de la Marina y miembro de la Comisión Consultiva ad hoc del Ministerio de Relaciones Exteriores sobre Delimitación Marítima con Chile, el vicealmirante Carlos Gamarra Elías, destacó el papel del vicealmirante Faura. "Aunque se hicieron estudios sobre la frontera marítima con Chile, los que fueron de uso interno y no público, el libro de Guillermo Faura en su momento ofreció importante aporte de información sobre la materia que lo reconocen tanto peruanos como chilenos. En parte, sus planteamientos se reflejan en la demanda ante La Haya", señaló el vicealmirante Gamarra.
Probablemente el polémico papel que cumplió el vicealmirante Guillermo Faura durante el régimen del general Juan Velasco Alvarado explicaría por qué se le menciona poco o nada en relación al empeño del Perú para definir la frontera marítima con Chile.
Nacido el 30 de mayo de 1918, en Tarma, Junín, Guillermo Faura fue designado ministro de Marina y comandante general de la Marina por el general Velasco, el primero de enero de 1975. Hasta entonces había asumido cargos como director de Inteligencia de la Marina, comandante de la Fuerza Fluvial del Amazonas, director de la Escuela Superior de Guerra Naval y comandante general de la Fuerza Naval del Pacífico.
FIRME POSICIÓN
Había un sector de la oficialidad de la Marina opuesto a la designación de Faura no solo porque había otros que lo antecedían –y fueron pasados al retiro–, sino porque "El Chinche" Faura, como lo conocían en la institución, compartía el pensamiento del jefe de Estado. Horas después de la juramentación de Faura, una bomba estalló en su casa, a las tres de la mañana del dos de enero de 1975.
Medio año después, el 25 de junio, la flota naval se amotinó y pidió la salida de Faura. De acuerdo con su versión, se trataba de una maniobra para dar un golpe a Velasco. "El hecho de que no pudieran acusarme de nada en particular demuestra el carácter subalterno del motín, pero su significado fue totalmente político y respondía plenamente a la estrategia de Morales Bermúdez. Su gran obstáculo era mi convicción revolucionaria", le dijo Faura a la periodista María del Pilar Tello, en 1983: "Considero que mi salida abrió las puertas a Morales Bermúdez para dar el golpe dos meses después y derrocar a Velasco". Efectivamente ocurrió el 29 de agosto de 1975.
El cuatro de abril de 1976, otro explosivo dañó la casa de Faura, lo que resultó un indicativo de que no le perdonaban su actuación en el régimen de Velasco. Pero continuó en la redacción de lo que sería el libro  El mar peruano y sus límites. Como integrante de la Comisión Asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores en Asuntos del Mar y miembro de la delegación peruana en las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, entre 1969 y 1975, el vicealmirante tuvo acceso a información privilegiada.
Además trabajó hombro a hombro con el embajador Juan Miguel Bákula, quien el 23 de mayo de 1986, reunido con el canciller chileno Jaime Del Valle, planteó la negociación de un tratado de límites marítimos. En esa ocasión el embajador peruano entregó a Del Valle lo que se conoce como el "Memorándum Bákula", que en unos de sus párrafos propone a Chile: "Una de las cuestiones que merece inmediatamente nuestra atención es la delimitación oficial y definitiva de los espacios marítimos que reflejan la proximidad geográfica del Perú y Chile y que son, desde hace mucho tiempo, objeto de una acción conjunta fructífera". Se trataba de lo mismo que Faura fundamentó en su libro.
Si algo motivó a Guillermo Faura a escribir su libro fue que el gobierno de Morales Bermúdez modificara la posición del Perú sobre el mar. El nueve de octubre de 1977, Guillermo Faura denunció el cambio en una carta pública. No pasó mucho tiempo para que llegaran las represalias. El 25 de mayo de 1978, el general Morales Bermúdez deportó a Argentina a Guillermo Faura y a un grupo de dirigentes izquierdistas y periodistas opositores. El tiempo le daría la razón a Faura. Hoy sus argumentos son debatidos en La Haya.
¿ES POSIBLE QUE LOS CHILENOS NO LEYERAN EL LIBRO DE FAURA?
El internacionalista chileno José Rodríguez Elizondo dedica un amplio espacio al papel protagónico del vicealmirante Guillermo Faura en el libro De Charaña a La Haya.
"Para el peruano medio de hoy, el almirante Guillermo Faura solo existió como actor político... y efímero. Los viejos periodistas lo recuerdan como miembro de la Junta Militar del gobierno de Juan Velasco Alvarado. (...) La atención focalizada en su breve protagonismo político oculta su importancia como intelectual naval. (...)", describe con conocimiento de causa José Rodríguez, quien trabajó en la revista Caretas entre los 70 y 80.  
"Faura concluyó que el statu quo marítimo chileno-peruano debía ser cuestionado, y así lo planteó en las 335 páginas de su libro El mar peruano y sus límites, aparecido en 1977 y destinado a convertirse en plataforma jurídica, política y oceanográfica de todos los estudios que vinieron en su línea. Sobre todo de los que no lo citan", señaló Rodríguez.
"Consta que el libro de Faura fue comprado por la embajada chilena en Lima y distribuido a dependencias ministeriales con los respectivos oficios conductores. Sin embargo, no se conoce reacción alguna. (...) ¿Es posible que nadie lo leyera?", concluye con ironía.
 
CLAVES
Estudios. Luego de pasar al retiro, Guillermo Faura continuó con sus estudios de  Humanidades con mención en Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Graduación. Para graduarse, presentó la tesis "Negociaciones diplomáticas entre Perú y Chile (1884-1901)" en 1988.
libros. También es autor de Los ríos de la Amazonía peruana (1964). Y dejó inconcluso: La mediterraneidad de Bolivia, en que también se trata el tema de la delimitación marítima.
NAVAL. Guillermo Faura perteneció a la Promoción 1935 de la Escuela Naval del Perú. Falleció en Lima el 11 de febrero del 2004, a los 85 años de edad.

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José Rodríguez Elizondo

Puede que los juristas extranjeros contratados por Perú lo conozcan sólo por alguna nota de pie de página. Pero, con certeza, sus alegatos en La Haya serán secuela de las tesis del Almirante Guillermo Faura Gaig, contenidas en su libro El mar peruano y sus límites (sin sello editor, 338 páginas, 1977). Es que, curiosamente, dicho marino es hoy casi un desconocido en su país. Consultados amigos y expertos, no saben dónde está… si es que está. Otros, emplazados a mencionar pioneros de la demanda peruana, antes mencionan al embajador Juan Miguel Bákula.

EL ALMIRANTE PIONERO
Raro olvido el de Faura, quien destacó como un líder naval llamativo… y conflictivo. Experto en inteligencia, geopolítica, guerra antisubmarina, diplomacia y Derecho Internacional Marítimo, fue el principal de los poquísimos jefes de su arma que se comprometieron con la revolución militar socialista del general Juan Velasco Alvarado. En 1974, éste maniobró para instalarlo como Comandante General de la Marina, por añadidura ministro institucional y miembro de la Junta Revolucionaria.
Pero, entre los jefes desplazados y otros navales antivelasquistas, se las arreglaron para hacerle la vida miserable. Unos optaron por atentados terroristas literalmente a domicilio y otros le sublevaron la Escuadra. Antes de cumplir un año en la cúpula, el propio Velasco debió pedirle la renuncia. Para Faura, aquello fue fruto de una conspiración internacional. Al parecer, los agentes cubanos lo querían demasiado y la CIA lo quería poco. “Mi salida abrió las puertas a (Francisco) Morales Bermúdez para dar el golpe dos meses después y derrocar a Velasco”, dijo a la periodista María del Pilar Tello.
Para desquitarse, optó por complicarle el patriotismo al nuevo gobernante. En 1976, mientras éste discutía las bases de los Acuerdos de Charaña con los generales Augusto Pinochet y Hugo Banzer, Faura hizo una denuncia golpeadora: la torre de enfilación (faro de luz) levantada por su Marina en la frontera sur, cumpliendo compromisos con Chile, era una suerte de traición al Perú. Junto con una torre ya emplazada por los chilenos, iluminaba la entrega de 63.660 kilómetros cuadrados de territorio marítimo peruano, “al que aspira Chile sin que haya al respecto ningún tratado o pacto que ampare sus pretensiones”.
El almirante desconocía, así, el statu quo marítimo, sin importarle que lo hubiera respetado incluso Velasco. Haciéndolo, introducía una cuña estratégica en el bilateralismo chileno-boliviano. Si parte principal del océano que bañaba a Arica era peruano, Pinochet y Bánzer estaban negociando sobre mar ajeno, con la complicidad de Morales Bermúdez. Fue un anticipo “duro” del libro que ya estaba escribiendo
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NADA NUEVO SOBRE EL MAR
Entre 1972-74, Faura integró la delegación peruana a las conferencias de la ONU sobre Derecho del Mar, que culminaron con la Convención de Mar (CONVEMAR) en 1982. Su jefe diplomático -dato significativo- era el embajador Juan Miguel Bákula. Juntos impulsaron una posibilidad revisionista para los países con espacios marítimos colindantes, que se percibían perjudicados en el reparto de las aguas. A falta de acuerdo previo, éstos podrían impugnar el statu quo invocando la equidad.
Justo ahí estaba el problema, pues había dos acuerdos previos con rango de tratados: la Declaración de Santiago (1952) y el Acuerdo de Lima (1954), entre Chile, Ecuador y Perú.  Según sus textos, los límites marítimos respectivos seguían la línea del paralelo del límite terrestre, siguiendo el criterio del Presidente-jurista peruano José Luis Bustamante y Rivero. Por  decreto supremo 781 de 1947, ésta había declarado que el límite marítimo de Perú seguía “la línea de los paralelos geográficos”. En segundo plano estaba el comportamiento peruano y de terceros, respetuoso de ese límite y los innumerables actos administrativos y de ejecución de los dos tratados: permisos de paso, control de transgresiones, sistemas administrativos punitivos y… faros de enfilación. Era un sistema normativo consensuado y complejo, que se proyectaba como doctrina del Pacífico Sur.
Ante eso, Faura optó por una elaboración propia. Dictaminó que la legalidad del statu quosuponía un tratado específico, que definiera los conceptos de mar territorial, plataforma continental, zona económica exclusiva “y todas aquellas circunstancias especiales que (…) influyan en sus delimitaciones”. Visto así, el sistema normativo vigente no calificaba, Era fruto de un “apresuramiento debido a las circunstancias” y adolecía de “falta de un detenido estudio” (pgs. 162 y 179). En subsidio, estaba el argumento irrebatible del interés nacional propio: “Emplear como límite el paralelo del punto en que llega al mar la frontera terrestre, es totalmente desfavorable al Perú”.
En lo propositivo (y con cierta ironía), Faura planteó aprovechar “la estrecha relación de amistad” entre los gobiernos de Morales Bermúdez y Pinochet, para negociar ese tratado específico. Su objetivo sería establecer “una línea media trazada  de acuerdo al principio de equidistancia de las costas”, que graficaba -en un mapa de su autoría- con una bisectriz. Según su cálculo actualizado, eso suponía 877.088,73 kilómetros cuadrados de incremento del mar peruano, incluyendo lo que ahora se conoce como “triángulo exterior”. También previó qué sucedería si Pinochet no se allanaba a negociar: “en caso de controversias se recurrirá al artículo 33 de la Carta de la ONU u otros medios y métodos pacíficos de que dispongan”. Entre la panoplia de posibilidades vigentes, él privilegiaba el arbitraje.
Tres décadas largas después, el equipo peruano en La Haya está ejecutando esas tesis: ausencia de Tratado fronterizo marítimo específico, reducción de los tratados de 1952 y 1954 a “convenios pesqueros”, improcedencia del paralelo como definición de frontera en el mar y “línea media” como elemento de equidad. Sólo que en vez de negociación o arbitraje, Perú produjo una demanda judicial.
 
EL ESPÍRITU DE LAS TESIS
El libro de Faura reflejaba el interés nacional peruano de 1929, expresado por el Presidente Augusto Leguía: mantener la continuidad geopolítica Tacna-Arica-Chile, evitando una  “zona tampón” boliviana que diera mayor profundidad estratégica al vencedor de la guerra. Quizás Leguía pensaba que así evitaba la imagen del abandono absoluto de Arica, una de “las provincias cautivas”.
Por lo mismo, sus tesis “implicaban un conflicto de poderes a propósito –en lo inmediato- de los Acuerdos de Charaña. Así lo reconoció al decir que no podía soslayar ese tema, pues las negociaciones entre Bánzer, Pinochet y Morales Bermúdez se vinculaban “íntimamente” con el mar peruano. Si se llegaba a materializar un corredor boliviano al norte de Arica, escribió, “Bolivia pasaría a ser de un país mediterráneo a un país marítimo, enclaustrado entre dos mares: el mar peruano y el mar chileno”.
Para mitigar aquello, Faura “rectificaba” la propuesta oficial peruana de una  administración tripartita en Arica, con soberanía exclusiva para Bolivia sobre el mar adyacente. El quería entender que “dicha soberanía se extiende al sur de la línea media que parte del punto en que llega al mar la frontera terrestre del Perú y Chile”. Es decir, Chile sólo podría ceder a Bolivia el mar que Faura no consideraba en disputa.
Tras esta posición subyacía su entendimiento de que Leguía y Carlos Ibáñez habían pactado la exclusión marítima de Bolivia y no un procedimiento para resolverle su mediterraneidad. La clave la dio citando, largamente, un ensayo del internacionalista peruano Alberto Ulloa, según el cual Chile y Perú crearon con ese tratado un estatuto de “íntima solidaridad”. El mismo que Chile habría tratado de “administrar”, ejerciendo una “falsa tutela” diplomática.

Puede colegirse que tras las tesis de Faura había un ánimo de aleccionamiento a Chile. Lo que en diplomacia se conoce como “retorsión”. Es posible que la elaboración respectiva esté en los borradores de su libro La mediterraneidad de Bolivia, que alcanzó anunciar, pero del que nunca más se supo.
 
DOS PREGUNTAS INCÓMODAS
¿Reflejaban las tesis de Faura un pensamiento castrense homogéneo?
Hay señales de que hubo consenso militar peruano sólo para rechazar la propuesta de Pinochet-Bánzer. Pero, sobre la “corrección” de la frontera marítima con Chile no hay noticia alguna. El general Morales Bermúdez en la Presidencia, ni siquiera la consideró. Por lo demás,  su “propuesta tripartita” cohonestaba el statu quo, pues el eventual mar para Bolivia se iniciaba al sur del paralelo de la frontera terrestre.
El General Edgardo Mercado Jarrín, ex Comandante General del Ejército, ex Canciller de Velasco y uno de los geopolíticos más autorizados y prolíficos de América Latina, tampoco elaboró al respecto y sólo consignó el tema de manera episódica. En su libro “La revolución geoestratégica” de 2001, le dedicó seis palabras: “queda pendiente la delimitación marítima fronteriza”.
A mayor abundamiento, el autor tuvo oportunidad de entrevistar a Morales Bermúdez en 2001, cuando ya constaba el desconocimiento peruano de esa frontera. Preguntado por su contrapropuesta de 1976,  el ex gobernante ni siquiera mencionó a Faura y sólo aludió a “la presión de Bolivia”. En ese país, dijo, se había gestado la opinión de que no podía llegar a un acuerdo con Chile “porque el Perú se lo impedía”.
La otra pregunta incómoda recae sobre el gobierno chileno de la época: ¿Cuál fue la reacción de Pinochet o de su Cancillería ante las tesis conflictivas?
Aquí lo asombroso es que no hay respuesta. Consta que el libro de Faura fue comprado por la embajada chilena en Lima y distribuido a dependencias ministeriales con los respectivos oficios conductores, a fines de agosto de 1977. Sin embargo, no se conoce  reacción alguna. No hay huella de intercambios sobre su contenido, pese a tratarse de la obra de un representante conspicuo del poder político y militar peruano, que cuestionaba el statu quomarítimo vigente, en un momento delicado para los tres países concernidos.
¿Es posible que nadie lo leyera?   

domingo, 19 de enero de 2014

EL MEMORÁNDUM BÁKULA


Perú - Chile
La historia de cómo el diferendo marítimo llegó a la Corte de La Haya (Parte I)

El proceso jurídico está a días de llegar a su fin, con el fallo final del tribunal internacional. Antes de acudir a La Haya, desde 1986, el Perú trató de iniciar negociaciones con Chile para suscribir un acuerdo de delimitación marítima. Sin embargo, la respuesta fue negativa desde Santiago. A continuación, la primera parte de este especial.
El Hito N° 1 que delimita Perú y Chile. Foto: Panoramio / Ernesto813
Minutos después que el  embajador de Perú en Santiago, José Antonio Meier, recibió la negativa respuesta chilena, Torre Tagle decidió emitir un comunicado en el que anunciaba que “se ha agotado la posibilidad de la búsqueda de una solución a través de negociaciones directas”.
Semanas antes, el 19 de julio del 2004, el canciller Manuel Rodríguez Cuadros envió una nota diplomática al Gobierno de Chile, en base al trabajo previo que realizó con un destacado equipo de juristas.
En el documento, Perú expresaba a Palacio de La Moneda la necesidad de dialogar, de manera pacífica, a fin de negociar los límites marítimos de ambos países, al referir que a la fecha no se había suscrito ningún acuerdo de delimitación marítima.
De esta forma, Torre Tagle le dio un plazo de 60 días al Gobierno de Chile para que formule su respuesta y juntos puedan sentarse a negociar en Lima, Santiago o la ciudad que se crea conveniente.
A solo siete días de cumplirse este plazo, el 10 de septiembre del 2004, el embajador Meier recibió una nota de la canciller chilena Soledad Alvear en el que comunicaba que su país no iba a iniciar negociaciones sobre un tema que entendían que ya habían sido fijados en tratados anteriores, en referencia a los convenios pesqueros de 1952 y 1954.
La réplica peruana era más que evidente, el Gobierno de Alejandro Toledo anunció que recurrirá a “los medios de solución pacífica de controversias, previstos en el derecho internacional”, refiriéndose a la Corte Internacional de Justicia.

CONVENCIÓN DE DERECHO AL MAR DE 1982
Sin embargo, esta gestión no fue la primera en la que un diplomático peruano intentó llegar a un acuerdo con Chile, a fin de establecer un tratado de delimitación marítima.
En 1982, el Perú, junto a varios países, entre ellos Chile, suscribió la declaración de la III Conferencia sobre Derechos del Mar de 1982, en donde se reconoce la zona económica exclusiva de las naciones hasta las 200 millas marítimas.
La delegación peruana que asistió a esta cita en Jamaica estuvo encabezada por el embajador Max Arias-Schreiber Pezet y tuvo como uno de sus integrantes a Juan Miguel Bákula, quien cuatro años después se convertiría en pieza fundamental.
Uno de los artículos de este documento indica que la delimitación marítima de los estados o países que tengan costas adyacentes o situadas frente a frente se  efectuará por acuerdo entre ellos sobre la base del derecho internacional. Argumento que sería usado por el Perú.
En contraparte, la declaración también que esta delimitación puede estar sujeta a las consideraciones de los acuerdos que, previamente, los dos países hayan suscrito. Chile ratificó su posición que los acuerdos pesqueros de los ’50 son tratados limítrofes.
Mientras que Chile ratificó este convenio el 25 de agosto de 1997 y Ecuador hizo lo propio el 22 de julio de 2012, el Perú aún no lo ha hecho.
MEMORÁNDUM BÁKULA
A raíz de este convenio, en 1985, el canciller Allan Wagner planteó la necesidad de que Perú y Chile inicien negociaciones para fijar la delimitación marítima, tras considerar que, a la fecha, no existe un acuerdo de este tipo.
Luego de estudiar el caso, Wagner encuentra en Bákula al diplomático perfecto para iniciar las negociaciones con Chile. Además de ser, en ese momento, el embajador de Perú en Santiago, había sido integrante de la delegación peruana que la Convención sobre los Derechos del Mar de 1982.
Es así que, el 23 de mayo de 1986, Bákula Patiño fue recibido en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile por su titular, el canciller Jaime del Valle, quien creyó que se trataba de una visita diplomática de rutina.
Sin embargo, el diplomático peruano tenía la misión de dejar precedente que el Perú quería iniciar negociaciones para establecer la delimitación marítima de ambos países. En una exposición didáctica, el embajador nacional explicó los motivos que llevan al país a fijar estos límites.
Del Valle, quien era un hombre de confianza del Gobierno de Augusto Pinochet, tras escuchar a Bákula, le pidió que deje escrito lo dicho. Es así que el diplomático nacional no perdió tiempo y, rápidamente, escribió el documento que sería conocido como el ‘memorándum Bákula’.
"El canciller de Chile me dijo: Eso es correcto. Ese es un problema que tenemos que estudiar. No lo podemos dejar para las calendas griegas. Me dijo: ¿Por qué no pasa usted un memorando?", expresó el diplomático en una entrevista a Caretas.
Este escrito es clave porque deja sentada la posición peruana y la intención de llegar a un acuerdo para fijar los límites marítimos, al entender que no existe ningún tratado de este tipo. Días después, Del Valle informó, a través de un breve comunicado, que recibió al embajador nacional y que Chile necesitaba estudias las propuestas formuladas en la reunión.
Fuentes: Archivo de La República, La Segunda, La Tercera y texto del embajador Alfonso Arias-Schreiber Pezet.

sábado, 11 de enero de 2014

Este tema también fue estudiado por Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre


Los remitidos
Miercoles, 08 de enero de 2014 | 4:30 am
El debate nacional sobre concentración de medios y democracia obliga a repasar la historia del diario El Comercio. En efecto, las circunstancias de su primer éxito permiten entender mejor su afán por dominar el mercado periodístico de forma casi monopólica.
El Comercio nació en 1839 justo después de la derrota de la Confederación Perú-Boliviana. Su orientación era reflejo de su nombre. Se especializó en todo tipo de noticias comerciales y eludió el fervoroso compromiso político, que era frecuente en esa época.
Pero, el apoliticismo no fue la causa de su primer éxito, sino los remitidos. Sobre ellos, el año pasado apareció el libro del historiador Pablo Whipple, titulado La gente decente de Lima.  Según el autor, era costumbre escribir a los periódicos notas que uno mismo pagaba para que sean publicadas. Muchas veces, incluso eran anónimas.
El contenido frecuentemente era injurioso y era una forma de ventilar públicamente los pleitos entre personas. Con el gusto nacional por la polémica, bastaba que alguien publique una crítica para inmediatamente obtener respuesta.
Además, era una tribuna para presionar a las autoridades, principalmente a los jueces. Todo pleito legal era transformado en cadenas de remitidos, que buscaban ganar a la opinión pública para influir en las decisiones judiciales.
El Comercio fue el diario que más remitidos publicó durante sus primeros años y lo suyo fue dedicarse a cazar pleitos entre particulares, antes que a las noticias estrictamente comerciales. Es más, al cumplir su primer año, por un breve lapso, fue el único diario que se editó en Lima.
En ese momento, El Comercio consolidó su posición como el periódico más leído y basa en este hecho su condición como decano de la prensa nacional. Como vemos, el fundamento de esta posición fue la sección de remitidos, que era la comidilla de la gente.
Este tema también fue estudiado por Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre. Según el maestro tacneño, el nacimiento de la república se habría caracterizado por una “orgía periodística”, nacida de la súbita desaparición de la represión colonial, para dar curso a la novelería impresa y al afán de ganar posiciones presionando al poder político.
Según Porras, El Comercio pudo sobrevivir más tiempo que sus contemporáneos debido a su independencia política, pero la sección remitidos fue la clave de su popularidad. El chisme y la calumnia se dieron de la mano en esta sección, que Porras califica como “repulsiva y amenazante”. De acuerdo a Manuel Amunátegui, uno de sus fundadores, El Comercio no gastaba en redactores, sino que cobraba por llenar su sección más leída.
Al igual que los seres humanos, pasados los años las instituciones desarrollan costumbres, que constituyen hábitos culturales normativos de su proceder. En la actualidad, El Comercio está reiterando una conducta fundada en sus primero años y que, como vimos, le trajo sus impresionantes éxitos iniciales.
Se trata de una fórmula bien establecida, consistente en incentivar disputas para influir en el poder político. En esa dinámica, su ideal es ganar una posición de monopolio, o lo más parecido a ello. Asimismo, su aparente independencia es una máscara que esconde la defensa de sus intereses particulares presentados como generales. Gracias a ello, amedrenta a la autoridad y su fin es ponerla a su servicio.
El libro de Whipple conecta los remitidos al Poder Judicial, el propósito de la sección era inclinar los conflictos legales. En este transcurso, El Comercio ha ampliado sus objetivos. Hace mucho que su blanco es Palacio de Gobierno. Ahí reside quien puede ponerle coto a su afán de avasallar el medio periodístico.
Pero, no ha descuidado el Poder Judicial. Ahí se halla la demanda interpuesta por un grupo de seis periodistas y finamente ha de decidir si es legal que un solo grupo periodístico concentre el 80% del avisaje nacional. Los remitidos de ayer se han convertido en el avisaje de hoy y ese es el verdadero interés de El Comercio. Siempre lo ha sido.
Antonio Zapata Velasco
Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Columbia, Nueva York. Profesor de Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, profesor del Postgrado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Investigador Asociado del Instituto de Estudios Peruanos, especializado en historia contemporánea. Fue director y conductor del programa de historia “Sucedió en el Perú” del canal estatal peruano. Socialista convicto y confeso.

miércoles, 8 de enero de 2014

Marco Sifuentes (El Útero de Marita)


Acapárame la bañera, baby


Lo siento: esta es otra columna más sobre el debate de la concentración de medios.
Usualmente escaparía como de la peste de un tema tan manoseado sobre el que no parece que hay nada nuevo qué decir. Pero resulta alucinante la cantidad de desinformación al respecto. Así que se me ocurre que podríamos ponernos de acuerdo en algunos conceptos mínimos.
  1. ¿Por qué a veces se habla de concentración y otras de acaparamiento? El segundo párrafo del artículo 61 de la Constitución dice textualmente: “La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expresión y comunicación social; y, en general, las empresas, los bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado ni de particulares”.
2. No, no hay una ley que nos diga cómo hacer cumplir este párrafo de la Constitución. Por eso es que ocho periodistas (incluidos dos de este diario) han presentado una acción de amparo ante el Tribunal Constitucional. En resumen, le están preguntado si la movida de El Comercio, comprando Epensa, se ajusta a ese párrafo de la Constitución.
3. No, es mentira que El Comercio sea el dueño del 80% de los medios. Pónganse de acuerdo: la cosa no incluye televisión, radio ni Internet. El Comercio, ni siquiera, es dueño del 80% de los periódicos. No. Radios hay, literalmente, miles. Canales de televisión fuera de Lima,  debe haber un centenar. Diarios locales, ni hablar. Aquí patinan varios.
4. Seamos exactos: El Comercio ahora es dueño del 77,86% del total de ventas nacionales de los diarios. ¿Cómo así? Pues los cuatro diarios del Grupo Epensa –cuando fue comprado por El Comercio– tenían el 28,56% del mercado nacional. El Comercio los compró y así se hizo de casi todo el mercado nacional de diarios.
5. ¿Eso es concentración? Según el Índice de Herfindahl e Hirschman (IHH) –una medida usada en economía para medir la falta de competencia en un mercado– sí es concentración: el IHH ronda los 6000. Los estándares internacionales nos dicen que un IHH por encima de 2500 refleja un mercado concentrado. Por cierto, si La República hubiera triunfado en su pugna por Epensa, el IHH superaría los 4000, según Semana Económica.
6. Leyes contra la concentración empresarial existen en todas partes del mundo, no solo en Venezuela o Argentina, porsiaca. La idea detrás es profundamente liberal: se trata de que una empresa no pueda “comprar” su crecimiento en un mercado, distorsionándolo. De hecho, en Estados Unidos, en cuestión de medios, van más allá: no puede existir propiedad cruzada. Los dueños de diarios no pueden tener televisoras. Cof cof.
7. El problema para el bando desconcentrador está en algo llamado Grupo Epensa S.A.C., que aún es 100% de propiedad de los Agois Banchero. Esta empresa es la que maneja periodísticamente Correo, Ojo y El Bocón. Esa fue una jugada inteligente de El Comercio, que se quedó con el 54% de acciones de otra empresa, llamada Epensa a secas, que se encarga de la parte logística, productiva y comercial de los diarios.
8. En serio, nada peor que Humala avivando el fuego. Este es un debate saludable y, por suerte, le permite a los lectores darse cuenta de a quiénes pertenecen los medios que consumen sin hacerse mayores preguntas. Todo eso está bien. Pero una intervención del gobierno solo conseguiría –como ya está sucediendo– distorsionar el debate.

martes, 7 de enero de 2014

“No vamos a permitir que una autoridad, por más importante que sea, use el poder para ir en contra del gremio empresarial”


La pasta ya se salió del tubo


Riesgos del debate sobre acaparamiento de medios.
Como cuando la pasta ya se salió del tubo, y es imposible meterla de nuevo, la discusión sobre el acaparamiento de la propiedad de medios de comunicación no se va a detener solo porque El Comercio diga que ya no hay nada que discutir.
Un debate está en el Poder Judicial, donde hay una demanda de acción de amparo por considerar que la compra de Epensa por El Comercio produce un acaparamiento que daña la libertad de expresión y la pluralidad informativa fundamentales en una democracia. Ahí, la justicia podría precisar qué es acaparamiento o pedir una ley que lo haga.
Hay otro debate en marcha en la arena política, sin la formalidad de los procedimientos judiciales, pero no por ello intrascendente.
Dicho debate encierra varios riesgos que deben ser evitados por todos los vinculados, directa o indirectamente, a este proceso, mediante un comportamiento responsable.
Un primer riesgo obvio es que el resultado sea una mala ley para regular el acaparamiento y la concentración de la propiedad en medios.
Una ‘mala ley’ sería una que melle el desarrollo de la iniciativa empresarial en el sector, la libertad de expresión, la pluralidad informativa y el periodismo independiente.
No obstante dicho riesgo, sería una arrogancia olímpica que los propietarios de los medios ‘cuadraran’ al Congreso –compuesto por personas elegidas– diciéndole que no puede legislar en la materia, tal como se escucha y lee en estos días.
Lo que podrían hacer todos los interesados es diseñar un buen proyecto de ley consensuado que luego sea sometido a consideración del Congreso. Esto puede incluir a los propietarios de medios agrupados en el Consejo de la Prensa –aún afónico, medio año después de la compra– pero no solo a ellos sino, también, a los periodistas, por ejemplo, desde el Ipys, entre otras entidades.
El otro riesgo es que este debate perturbe la relación del gobierno no solo con los empresarios de prensa escrita sino con toda la inversión privada, ya sea por declaraciones seguramente no bien pensadas como la del presidente de Confiep, Alfonso García Miró, sobre el presidente Ollanta Humala (“no vamos a permitir que una autoridad, por más importante que sea, use el poder para ir en contra del gremio empresarial”) o porque el debate sobre acaparamiento en la prensa se amplíe, desordenadamente, a toda la economía.
Son riesgos reales que hay que  evitar, pero esto no será posible si el grupo acaparador se niega al debate, no reconoce que la situación actual es irregular y cree que lo ‘solucionará’ todo pactando con Alan García para promover su candidatura para que este lo arregle en el Poder Judicial o, como ya ha dicho, en su eventual próximo gobierno.
Augusto Alvarez Rodrich